Hace seis años, cuando trabajaba en el “Antiguo Parador de Bailén”, mi pueblo natal, nunca hubiera imaginado lo mucho que iba a cambiar mi vida.
A pesar de que al principio no fue fácil adaptarme a la capital, sobre todo por ser la primera vez que me encontraba lejos de los míos, Lamucca me dio la oportunidad de seguir aquí cuando la empresa en la que trabajaba anteriormente cerró. Para mí, esa oportunidad supuso no solo una motivación muy fuerte, sino también una gran responsabilidad: no iba a defraudarles.
Poco a poco, fui cogiendo confianza en mí mismo, aprendiendo cosas nuevas, conociendo y compartiendo distintas formas de trabajo y, lo que para mí fue más importante, empecé a sentir que podía considerar a Lamucca parte de mi familia.
De hecho, estoy tan orgulloso de formar parte de este gran equipo, que cada vez que alguien viene a verme a Madrid, aprovecho para enseñarles los restaurantes que tiene Lamucca aquí. Además, al estar situados en lugares estratégicos de la ciudad, y contar con un ambiente capaz de atraer a personas de ámbitos muy distintos (actores, cantantes, políticos…) siempre es muy emocionante ya que no sabes con quien te puedes llegar a encontrar.
Otra de las cosas que más me gustan es el buen ambiente de trabajo que hay siempre. No importa si el servicio es estresante o tenemos que correr, porque es en esos momentos en los que los compañeros más nos unimos y esa es, precisamente, una de las claves para que todo salga a la perfección. Compartir con mis compañeros esos momentos de estrés, de superación y también de risas, hace que siempre vaya lleno de energía y con ganas de enfrentarme a nuevos retos que vayan surgiendo.
De cara al futuro, me gustaría llegar a liderar mi propio equipo. Por un lado, para poder formar parte de los éxitos que seguirá alcanzando Lamucca y, por otro, para poder compartir con personas que tenga a mi cargo todo lo que esta empresa me ha enseñado.