Lo recuerdo como si fuera hoy, recuerdo aquel autobús que nos llevaba a pasar unos maravillosos días en la montaña. Recuerdo como se detuvo frente aquel camping y como sentí inmediatamente el impulso de quedarme allí. Te costó convencerme de que no podía cambiar los planes tan a la ligera y que nuestro destino estaba un poco más arriba. Finalmente algunos pasajeros bajaron, el autobús cerró sus puertas y proseguimos la marcha.
Nos instalamos y por la tarde comenzó a nublarse, no era de extrañar en aquella zona. Después empezó a llover al principio débilmente, luego torrencialmente. Serían la siete de la tarde. Nos tomamos algo en un bar y decidimos cobijarnos en la tienda de campaña hasta el día siguiente, en el que nos levantaríamos temprano para caminar. No hacía mucho que estábamos dentro cuando empecé a sentir un frío helador, no le di importancia pero cada vez era mayor. Tu sin embargo no lo notabas. Me metí con la ropa dentro del saco, pero el frío estaba dentro de mi y aunque me cubrí con nuestros abrigos no podía dejar de temblar. No entendías lo que estaba pasando, palpabas mi frente para ver si tenía fiebre pero estaba helada, nada parecía hacer que entrase en calor, te tumbaste encima de mí. Así pasamos horas, hasta que en algún momento de la madrugada paró de llover y nos quedamos dormidos. A la mañana siguiente salió el sol, me levanté como si nada, y tu extrañado al verme me preguntaste como me sentía.
—Me siento muy bien, te dije, creo que podremos hacer nuestra excursión.
Salí de la tienda y me dirigí al supermercado del camping a comprar algo para el desayuno.
Al entrar tuve una sensación extraña. El transistor que tenía la cajera estaba a todo volumen y varias personas a su alrededor. Me acerqué. Estaban dando la noticia de como un camping había sido arrastrado por una tromba de agua. Había muchos muertos y heridos.
—¿Dónde ha ocurrido?—Le pregunté a la mujer de la caja que con la cara desencajada me dijo que en un camping un poco más abajo.
—¿Y cuándo ha pasado?—Seguí preguntando nerviosa.
—Ayer, empezó un poco más tarde de las siete.
Me llevé la mano a la boca. Un escalofrío me recorrió entera.
Cuando te lo conté me miraste y lo único que salió de tus labios fue que debíamos llamar a casa para decir que estábamos bien.
Nunca más volvimos a sacar el tema de lo que ocurrió aquella noche. Ni tampoco he vuelto a sentir un frío como aquel.
Recuerdo como si fuera hoy el autobús de vuelta pasando al lado de la explanada desierta donde días antes había un camping, y el silencio que se hizo entre todos los pasajeros.