La cueva es oscura, húmeda, insalubre. Estaba soñando y el grito desgarrado de alguien la ha despertado. Ha regresado al infierno.
Huele muy mal, a suciedad y enfermedad, a vómitos, heces y comida podrida.
Hay unas antorchas que dan un poco de luz. Las paredes rezuman humedad, hay moho y bichos que se arrastran lentamente por el techo y las paredes. Le siguen dando miedo y asco.
Todavía está dentro de esa jaula pequeña, de madera o hierro oxidado. La jaula cuelga de una maroma casi tocando el techo, enganchada por un clavo que suda. Parece sangre o lágrimas, piensa.
Tiene seis años y su nombre es Cinfa, aunque ellos la llaman a gritos María.
Les decía que ese no era su nombre pero ha aprendido a callar. No quiere que le escupan más, ni que le peguen y le duelen las uñas que ya no tiene.
Ha decidido que no aguantará que le rompan los dedos por más sitios. Dentro de la jaula está sentada encogida, tiene hambre, frío y miedo.
Quiere a su madre. ¿ Dónde está, por qué no viene a sacarla de aquí? ¿ Esta castigada? Aunque intenta recordar qué hizo y no lo sabe.
Piensa, porque quiere mantener su lengua y le han enseñado que eso es lo próximo que le cortaran si la vuelven a oír. No se queja, el hierro que le ha mostrado el hombre con la boca casi sin dientes y que le arrancará la lengua, la ha dejado muda.
Hace muchos días que los calambres en su cuerpo son una tortura. El hambre ya casi no le causa dolor de estómago. Duerme mucho y solo quiere no abrir los ojos más. Parece un pajarito quebrado y famélico. Un pájaro mudo que no canta.
Es morena, lleva el pelo cortado a trasquilones. Se lo han cortado ellos con una navaja muy mal afilada, a tirones. Entre burlas y golpes. Lo peor fue donde pusieron sus manos duras y brutas. Le hicieron otras cosas que dolieron mucho, tres hombres y el fraile, aunque eso no entendió ni lo que era, pero se sintió sucia y pecadora.
Le han hecho heridas, esta sucia y tiene costras pegadas con sangre por todas partes.
Está en una celda de la Inquisición.
Nota como la bajan con la cuerda hasta casi tocar el suelo.
Ve el hábito del fraile que le ha pegado varias veces.
Le dice; ¡ Besa la cruz perra! Y le acerca un crucifijo de madera a la boca, donde la golpea con el. Tiene los labios tan secos que la piel se rompe y sangra de nuevo.
Se encoge un poco más y gime. Solo quiere morir.
Le dice; ¡Muy bien perra! Eres una hereje y ahí te quedarás hasta que Satanás venga a buscarte.
La suben a trompicones de nuevo. La jaula golpea en la pared. Ella sabe que ya no volverán a molestarla.
Lo último que ve, es una araña devorando a una mosca en la pared.