Las palabras son semillas. Caen desde las venas del autor y se esparcen por el folio, filtrándose hacia la mente de quien lo lee. Me di cuenta de esto semanas después de leer la carta que dejó tras suicidarse mi profesor de piano.
Encontré la misiva junto a su cuerpo un martes por la tarde. Si puedo relatarlo con tal frialdad, es porque aún me cuesta fiarme de mi propia memoria y dar veracidad a lo que cuento. En aquel momento, la lectura de la carta me resulto insípida, un detalle menor frente a la autoinflingida muerte de mi maestro. Tomé aquello como un delirio, acaso el fatal suspiro de un genio. Pero tras el entierro, pasado el luto y el velo, tuve ocasión de releer la carta. Cada noche en mi cuarto, me introducía de nuevo en el manuscrito. Saboreaba el desencanto de cada letra. Empece un baile con una soledad que ni si quiera era mía. Casi oyendo las notas mudas que mi profesor insufló en aquel folio, cada anochecer se me hacia más lento y denso. Noté que su angustia era la mía. El miedo a tener una vida vacua e irrelevante, hasta entonces oculto en mi pecho, afloró durante aquellas semanas. La incomprensión de la naturaleza del dolor humano, dejo de ser una pregunta curiosa y comenzó a dibujarse una necesidad acuciante. Como flotando en absolutamente ninguna superficie ni plano, empecé a disolverme en mi propia mente.
Comencé a pasar largas temporadas encerrado en la penumbra de mi casa, sangrando letras, deshaciéndome entre las notas del piano. Las horas se eternizaban , mi boca se torno en un rictus triste y amargo. Si el alma de un hombre pudiese palparse, la mía estaría andrajosa, desprendería un hedor oscuro y macilento. Así, a la luz del llanto y la nostalgia hallé el mensaje final. Ese que mi profesor, con todo su sufrimiento , había vomitado en sus últimas horas sobre el papel. El mensaje era claro : Llevamos toda la vida muertos y ni si quiera nos hemos dado cuenta.
Ahora se que la muerte es el sentimiento mas real y puro que esconde la vida. El suicidio se me antoja el definitivo grito de rabia y libertad. Espero que mi profesor, halla donde este, pueda leer lo que escribo. Espero que llegue a saber que me uniré a él. No obstante , el objeto principal de estas líneas es ser semilla. Deseo que mis palabras se vuelquen sobre ti. Esta noche, me acercare a tu cama. Lo haré en forma de soledad. Empezaremos a bailar. Como yo hace un tiempo, sentirás el frío placer del beso del dolor. La música del piano volverá a sonar. Entenderás que yo soy tú, que mi sufrir es el tuyo, y que tu vida me pertenece. Volarás libre, lejos de la vida. Y así, algún día, podré leer tu carta de despedida. Observaré como plantas tu semilla. No hay amante más fiel que la muerte. Te espero. Piénsalo.