SEMANA SANTA EN AGUADULCE.
¡Maldita Aguadulce! Tan cerca y tan lejos de Almería y la niña sin saber como salir de allí.
El apartamento estaba lleno de velas a medio quemar. Sus padres habían desaparecido con sus hermanos. ¿Y el coche? Buscó las llaves del coche. ¿Dónde debía haber marchado su familia?
No se atrevía a apagar las velas y con un soplo de viento se encendieron las cortinas del comedor. No había agua para poder sofocar el incendio. ¿quién o quienes debían haber estado en ese lugar durante la noche? Le pareció recordar a sus padres haciendo las maletas y a sus hermanos llorando. ¿Qué sabía realmente ella de sus padres?
Con la ayuda de una manta apagó el fuego.¡Maldita Aguadulce! Su padre quien siempre perseguía quimeras, encontró ese apartamento para pasar las vacaciones de Pascua. María cogió las llaves del coche y salió del apartamento con fiereza.
Recordaba las gitanas bailando y los gitanos tocando la guitarra en la playa. Las velas siguieron prendidas. Recordaba un oso grande que se llevaba a su madre y a sus hermanos mientras su padre bailaba con una gitana muy alta con un pañuelo en la cabeza. Los gitanos debieron entrar en el apartamento durante la noche.
Nunca antes había conducido un coche, lo haría huyendo de Aguadulce, sus gitanos y sus espíritus.
Puso el motor en marcha y arrancó la máquina. Los pies apenas le llegaban a los pedales, pero llegaban justo y entrando a Almería, tuvo la visión de la pica del lavabo llena de sangre.
Paró el coche en la estación de tren y buscando silencio intentó recordar.
Su mente solamente vislumbraba una hoguera en la playa y un oso grande y un gitano que tocaba un tambor. Los gitanos bailaban y su padre bailaba también con ellos.
¡Aguadulce! Todas las vacaciones parecían una sola noche en que empezaban y terminaban y con esa única noche, María se hizo adulta y huérfana.
El tren pasó cerca de ella. ¿Porque no olvidaba el coche y marchaba en tren? Tampoco el coche tenía bastante gasolina y retroceder era ya impensable.
Retroceder quería decir volverse a encontrar con la pesadilla de aquella noche que le zumbaba en las orejas.
Al recordar le vino la imagen de las uñas del oso clavadas en las sienes de su padre y su madre que se puso a bailar con las gitanas. Y el oso que no paraba de apretar las sienes de su padre con sus garras y el fuego chispeaba al son del tambor. Fue en ese momento que ella huyó del lugar aterrorizada, con un terror que al contrario de paralizarla la hacía correr sin desmedida hasta el apartamento, para caer en un sueño sudoroso y agitado del que despertó con ganas de coger el coche
¡Ay! ¡Aguadulce! Con sus playas casi infinitas, sus gitanas y sus payas.¿Quién antes había soñado un desgarro tan grande de los recuerdos familiares?