Decidieron ir a una acampada en la montaña, como no querían ir de noche ya que no se vería nada decidieron ir a comer y pasar la tarde. Eligieron una gran caoba, muy poblada de ramas y hojas, para refugiarse del sol. Abrieron la cesta y sacaron los sándwiches, las cerezas y la fruta del amor —las fresas—, empezaron a comer con una panorámica de la ciudad ante sus ojos. Al dar el primer bocado a los bocadillos se dieron cuenta de que algo sabía diferente, pero por miedo de ofender a Michael —en el caso de Rosa— y por miedo de quedar mal, por no saber hacer unos simples emparedados —en el caso de Michael— no dijeron nada, hasta que se dieron cuenta de que tenían manchas rojas, y vieron como una fresa de la cesta estaba espachurrada.
Se habían conocido en Tinder y aún estaban un poco nerviosos al ser su primera cita y les costaba sacar tema de conversación para la famosa fase de “Ruptura del hielo” aunque estaba más que acabada, pero solo a través de una pantalla de por medio. Como ya sabían casi todo uno del otro —ya que habían estado hablando durante mucho tiempo por la mensajería de la plataforma—, tenían pocos temas nuevos de que hablar, por lo que cada vez se ponían más nerviosos e incómodos.
Acabaron de comer, recogieron las fiambreras y se unieron en un cálido beso que acabó en un coito encima del mantel de picnic. Una vez acabado, Michael que estaba aún más nervioso que antes, fue un momento al coche y vino con una mochila negra. Rosa aprovechó para colocar bien la cesta, los recipientes por abajo y los cubiertos por arriba. Michael llegó, apoyó la mochila, la abrió y sacó una cuerda y una ballesta. Rosa mientras el quitaba todo esto estaba de espaldas y no se daba cuenta. Cuando Michael ya tenía el arma apuntando hacia su cita, Rosa se giró con un cuchillo de la cesta en la mano y se lo clavó en el esternocleidomastoideo, acto seguido recogió la ballesta del suelo —que Rosa le había pedido que trajera a la cita— y le disparó en pleno corazón. Cogió la cuerda hizo un nudo corredizo lanzó la cuerda por una de las ramas de la caoba, cerca de la cita de la semana pasada y un poco lejos de la del mes pasado y colgó como su quinto trofeo a Michael, que empezó a gotear sangre encima de la cesta, igual que su compañero de rama, Jed —que era el trofeo número cuatro—, encima de los sándwiches.
Rosa volvía dos días después al lugar del crimen, esta vez acompañada de Oscar, un muchacho que había conocido en Tinder hace unas semanas.
Obra: Sándwich de fresa