Otra relación fracasada. Otra vez mis ilusiones perdidas. Otra vez las emociones desgarradas.
Otra vez hay que volver a empezar.
De nuevo sábado. El desánimo inunda mi cuerpo y mi alma. La clase de yoga empieza en una
hora. Tengo tiempo suficiente para desayunar y llegar al gimnasio. No he conseguido que una
idea horrible desaparezca de mi cabeza. Me acosté con ella y me levanté dándole vueltas a lo
mismo.
Tengo que ir a su casa. Ya no tengo las llaves del piso, pero sí las llaves del portal. Puedo entrar,
subir hasta la puerta de su apartamento. Y respirar. Respirar el aire que él respira, oír lo que él
oye y, quizá, llegar a sentir lo que él siente.
Salgo de la clase de yoga. Esa fijación no ha desaparecido de mi cabeza. Mi corazón late mucho
más deprisa. Camino, sin pensar en otra cosa. A medida que me acerco, me vuelvo más valiente
y al mismo tiempo me siento muy cobarde.
Llego al portal, con seguridad abro la puerta. Trato de prestar mucha atención a los ruidos. Me
conocen, no quiero que alguien me vea. Subo las escaleras y llego al rellano de la quinta planta.
Camino sigilosa, llego a la puerta y mi corazón parece que va a salir de mi pecho,...
Mis lagrimas empiezan a resbalar por mis mejillas. Doy la vuelta, desciendo por las escaleras
como si quisiera salvar mi vida de algo o alguien. La realidad es que quiero salvar mi vida de mí
misma. De mis obsesiones, de mi imaginación destructiva.