Hoy tengo que contarles… Tengo que hallar ese cómplice que cuente toda la historia, que no se detenga en pequeñeces que avance sin la necesidad de pausa y de lamento. Sí, algunos de ustedes puede contarles, les agradezco. No es nada fácil decirles que él solo tenía 14 años… No soy la mujer indicada para hablar de Juan Manuel soy una simple mujer de vida social y libre. Tengo 20 años. Mi cuerpo quizás alcance 40 años. No tengo nada en esta vida más que este par de zapatos, una camiseta rota y par de argollas. Quizás no sepa leer ni escribir correctamente. Hoy les contaré bajo esta luz opaca. Cada uno de estos sucesos son parte de su vida. Él se escondía por las callejuelas de la Sagárnaga. Esperaba con calma. Sólo tenía que estar a pesca de cualquier desgraciado que tuviera la intención de darles algunos pesos que no caen nada mal. Pero a esa hora de la noche solo se puede hallar la gran calamidad humana. Usted me entiende. Usted sabe que hay detrás de las iglesias; Seres… Aún no sé, pero reconozco que tengo ciertas habilidades. Sé que cada quien tiene su capacidad para escoger lo que le parezca conveniente. Por ejemplo yo sé quienes son todos. No tengo dos días detrás de ese templo. Era mi amigo ahí tirada en el suelo. Su garganta estaba abierta en dos pedazos se le veía la carne viva, o mejor dicho, la carne podrida que ya estaba seca por los cinco días que llevaba ahí en esa habitación… Usted se preguntará qué hacía ahí. Es fácil de responder. Esa misma noche estuve detrás del templo, esperando. Las huellas hablaban por sí sola. Un chico joven tirado en el piso con fuerte hematomas en la cabeza y en su rostro donde había una cortada que le atravesaba la boca abriéndose, se le veía toda la melanosis gingival. En su espalda, se observa colillas de cigarro fueron apagados. En su cuello se veía que había sido cercenado con un cuchillo casero por los rastros de cortes irregulares. Maniatado con una especie de alambre de púas. Los tobillos fueron cortados. Sí, acá comienza el relato. Usted puede entender. Esa noche, el viento estaba muy denso y frío. Él esperaba. Yo había salido de una cárcel. Sí así le podemos llamar. Esas son las peores. Usted debe conocer, eso usted y yo sabemos. Esas catacumbas invernales. Seguiré con la historia. Usted sabe las noches largas. Estuve sentada. El comisario. Sólo me observa. Le pedí un cigarro. Lo encendí. Le di una fuerte fumada al cigarro. Miré el reloj de la pared. Detuve la respiración por un rato. Sabe, la noche estaba fría. Los hombres iban caminando sin prisa... Fuimos. Lo tomamos del brazo fuertemente. Entramos. Enterramos su cabeza en el piso, apagamos 30 cigarrillos en su espalda. Lo ultrajados tres veces cada uno. Le aplastamos su cabeza contra el piso unas mil veces… Sólo se escuchó un estallido fuerte contra la mesa.