Los graves retumban, penetran la intimidad del baño como fantasmas pesados. Las voces se pierden y mantienen una conversación de conversaciones desdibujadas, ecos apagados de personas y personas que, hablando todas, suenan a un idioma de locura y ensueño. ¡La noche es insuperable! Ha venido toda la gente guapa. Demasiado ruido y algo de alcohol me tienen un poco mareada, pero los chicos son tan majos… ¡un poco de agua en la cara y a seguir bailando!
El corazón late deprisa, estoy nerviosa y como siempre no sé ni por qué. Danzo y giro, y voy y vuelvo. Estoy en un incendio y las llamas bailan conmigo. Son formas, son densas, rozan mi cuerpo. Suave, acarician, consumen mi ropa y quedo 'desnuda'.
'El fuego está frío'.
El pulso se acelera, insiste, ¿es alegría? Siempre quise tener un perro: viene corriendo, me sorprende su tamaño, su peso. Se echa sobre mi cuerpo y nos rebozamos por el suelo. Acaricio su pelo. Me río y él me lame contento. Está 'húmedo' y, en mi descuido, su lengua da en mis labios un tiento.
'Le apesta el aliento'.
La sangre me hierve, restalla en el cuello, aprieta en las sienes. ¿Miedo? Corriendo y corriendo me caigo. La caída la paran retales de tela colgando, sujetan mi cuerpo circense. 'Retienen' muñecas, 'retienen' tobillos, y entre acrobacias salto y salto. Soy una espiral de carne y seda.
'No me estoy moviendo'.
Chillidos en vena que son mis latidos, me gritan, me mueven, siento que tiemblo. Estoy con mis padres y vengo al entierro. No pueden ni verme ni sé quién ha muerto. La 'sala' da vueltas con mi cuerpo en el centro, el ataúd me rodea… ¿o es que estoy dentro…?
'En la esquina alguien me observa y grito'.
Abro los ojos un momento, para al instante cerrarlos frunciendo con fuerza el entrecejo. La cabeza me duele a destellos plateados y brillantes. Sigo mareada, repleta de náuseas. Mi grito en el recuerdo se mezcla con el ruido de acabar de haber gritado. Trato vanamente de llevarme una mano a la frente para apaciguar el ardor, pero algo estrecho, inmóvil e inerte la retiene… y también duele. La otra mano tampoco cede ni las piernas se mueven. Sacudo violenta, angustiada, la espalda, como una larva atrapada… me doy de bruces con mi desnudez sujeta, golpeando suave una fría placa metálica. Mis labios están húmedos por fuera… apestan… a saliva ajena. Abro los ojos con furia, ignorando que duela. La sala está sucia, gris, vacía excepto mi cama y la puerta. En la esquina alguien me observa… y grito.