Aprovecho que es anónimo para contarlo, porque desahogarse dicen que es bueno y, aunque no estoy seguro ahí va…
Me lo encontré en la cueva de mi abuelo, en una caja de zapatos, al fondo. Entré curioseando entre antigüedades para hacer una limpieza y colocar allí mis cosas ( simples recuerdos de animales muertos, disecados de forma artesana, con algunas nociones que leí no sé dónde).
Estaba algo oxidado, lo limpié bien. Quedó genial, con esos decorados de cuerno cabra dispuestos de forma geométrica en el mango. Después lo afilé con la piedra pómez que también hallé por ahí. Fue entonces cuando…un sentimiento nuevo me invadió. Empecé a sentir que un instinto animal me poseía, echaba de menos cosas furtivas, prohibidas y… el cuchillo me inspiraba…¿Qué faltaba? ¿Qué necesitaba?
Os cuento como fue la primera vez: Lo llevaba escondido en la guantera de la furgoneta, preparado…buscando en la noche como felino al acecho…Estaba solo en el vehículo y nadie me esperaba en una casa aislada, casi perdida en la montaña entre árboles, no quiero ser más preciso. Así que hice memoria, cuando de pequeño mataba conejos y palomas para comer o perros perdidos que no me gustaban.
El ansia de usarlo me invadía y seguí circulando. No, ese no porque va con un niño… aquélla tampoco porque parece embarazada…¡qué difícil parecía! Pensaba que iba a ser rápido, una simple decisión, ver y hacer, pero se complicaba. ¿Qué criterio, qué perfil? ¿Aleatoriamente? …Ahí..¡Ya está! A ese le conozco, era Director del banco que no concedió mi solicitud de crédito. Notaba el subidón de adrenalina, el morbo de lo que se avecinaba, la precisión de la caza necesitaba de mi concentración.
Fue sencillo, en la noche, entre penumbras. Le pillé con una mano en la tapa del contenedor y otra con la bolsa de basura que iba a tirar. ¡Zas! Le cogí por el pelo y le rebané el cuello como a un conejo, no noté diferencia, solo emoción por la sangre que salpicaba regando alrededor , el gusto del trabajo hecho, ¡ya está!. Casi me quedo con la cabeza en la mano, tan afilado estaba el acero. Luego me bastó un mechón para el recuerdo, sencillo, otro corte ensangrentado pero certero.
Ahora, pasados los meses me he especializado, sin remilgos. Tengo ya diferentes manojos de pelos de diferentes tonos y colores, escondidos en el fondo de la cueva, dentro de una caja de cartón. Significarte que camuflados en el mango de mi cuchillo he grabado las pertinentes muescas recordatorias que suman, formando ya un cuadrado atravesado en diagonal y desde sus centros, total ocho rayas….Caben más cuadrados, son pequeños, casi imperceptibles y no indican nada para nadie, bueno, ahora tú también lo sabes, pero… no podrás delatarme porque soy un desconocido para ti. Por cierto, ¿De qué color tienes el pelo? ¡Saludos!