Soy el cuentista asesino. Robo almas de gente que se acerca a mí y las encierro entre mis páginas. Me las presentan, las saludo, empiezo a saber cosas y así, poco a poco, voy conociéndolas hasta que llega el día en que las transformo en personaje y las meto en mis cuentos. Una vez las conozco, voy haciendo preguntas sobre su vida, su estado civil, su edad, sus sueños, sus miedos, etc. Así hasta tener la información suficiente para robarles su alma cuando menos se lo esperan.
No siempre ha sido así. Al principio era un cuentista normal, escribía cuentos para entretenerme, por pura diversión. Pero los cuentos eran mediocres, siempre era un continuo segundón en los concursos y en el gusto de la gente. Si me salía uno bueno, siempre había alguien que sacaba uno mejor. Y así pasé los primeros años de mi escritura, obsesionado por cuentos fantásticos y por personajes vulgares deseosos de llegar a la gente.
Pero, de pronto, un día, comencé a pensar en cambiar un poco el método y en apropiarme de seres reales, con sus propias fantasías pero reales.
La primera víctima fue mi pobre madre. Recuerdo el día que le enseñé el cuento que le había escrito. Desde entonces no ha vuelto a ser la misma. Enfermedades del alma, las llaman.
Porque no me contento solo con robarles el alma y meterlas en mis creaciones, sino que además tengo la necesidad de mostrarles el cuento, de ver en sus rostros la sensación de que han quedado presos entre las hojas de ese nuevo relato. Incluso disfruto cuando se dan cuenta de lo que he hecho, de lo que ellos me han dejado hacer.
Y ahora he llegado a la cúspide de mi capacidad, ya no solo lo consigo con los personajes que creo y a los que previamente conozco, sino incluso con todos aquellos que leen los cuentos aunque no tengan nada que ver. Mi poder es absoluto.
Por eso, tú, que estás ahora al otro lado del papel o de la pantalla del ordenador, te recomiendo que no te esfuerces, que no corras a cerrar el libro, cambiar de hoja o cerrar la pantalla. Ya es demasiado tarde. Porque aunque ya lo hayas hecho, te aseguro que es demasiado tarde. He vencido de nuevo, bienvenido a mi mundo.
Ponte cómodo...