MUERTO SIN MORIRME
Cuando vi que bajaban un ataúd de la parte posterior de un carro, sospeche que la persona que estaba allí, no necesariamente estaba muerta. Tanta era la impresión que sentía, que parecía observar pequeños movimientos del ataúd. Entraron cuatro fuertes hombres.
Luego de media hora al salir las cuatro personas de la casa, aunque vestían de forma similar con pantalones, camisas y botas negras, observe que una de ellas era una mujer un poco mas baja y con largos cabellos negros.
A la semana decidí que debería explorar un poco, y salí a las once de una noche de lluvia. Empuje suavemente la puerta. Esta cedió sin hacer ruido. Súbitamente todo quedo en silencio .
Encendí mi celular y con su tenue luz exploré la oscura y silenciosa sala. Solo había un sofá y dos sillones que no parecían esperar a nadie para el velorio, mientras dormitaban en la fría noche.
En el segundo cuarto encontré el ataúd sobre una mesa de comedor. Lo abrí cuidadosamente protegiendo mi nariz de un esperado mal olor, pero estaba vació. Detrás de la mesa note algo extraño. Al acercarme observe las piernas de un hombre. Estaba estirado sobre un sillón. Su palidez era extrema. Por la rigidez y frialdad era evidente que estaba muerto.
Salí rápidamente de la casa y no comenté con nadie mi hallazgo. Pensé que esto podría incriminarme.
Toda la semana espere los olores cadavéricos o algún signo de vida de las personas que lo habían llevado hasta allí. Pero el sábado siguiente, entró una chica vestida de manera similar a la que había traído el cadáver. Solo pasaron unos cinco minutos y vi salir al hombre que había observado muerto en el sillón.
Observó hacia todos los lados, se arreglo un poco los cabellos, miro hacia mi lejana ventana y realizo un disimulado saludo. Esa misma noche decidí entrar de nuevo en la casa.
Toque suavemente varias veces. Abrí la puerta y salude. Nadie respondió. Busque la habitación y el ataúd. Continuaba abierto. Detrás de la mesa observé las botas y la ropa oscura de la mujer. Parecía muerta, la toque y la frialdad y el rigor mortis confirmaron mis temores. Estaba bien muerta. De nuevo decidí salir calladamente y quedarme en silencio
Las visitas se repitieron con personas diferentes Y siempre al salir hacían un saludo disimulado hacia mi ventana. Decidí no volver a salir y pedir lo escaso que comía por domicilio.
Un día al levantarme, escuche ruidos en la calle. Observé que había un trasteo entrando a la extraña casa con niños que jugaban y reían felices en el jardín. Mire con espanto que en mi mesa del comedor había un atad cerrado. Con mucho temor lo abrí y de nuevo solo encontré el olor de las telas nuevas que lo adornaban.
Me senté en el sillón cerca de la ventana. Me estire tratando de entender que sucedía y con horror descubrí mi cuerpo con una camisa, un pantalón y unas botas negras.