Hoy recordé una historia que me ocurrió cuando tenía alrededor de siete u ocho años. Estaba yo jugando en mi cuarto cuando escuché a mi mamá llamándome desde la cocina para que fuera a cenar. Una vez llegue me sorprendí al ver a mi madre sirviendo mi mesa y a mi madre sentada en una de las sillas. ¿Hay dos mamás? ¿Por qué hay dos mamás? Pregunté. La primera me miró extrañada y terminó de servir la mesa. La otra simplemente me saludo y me dijo que tenía un pelo muy rubio. Comencé a gritar y a llorar mientras la señalaba con el dedo.
Mi mamá corriendo vino a mecerme y tranquilizarme. No me gusta. Le decía sin dejar de señalar con el dedo. Extrañada me dijo que no había nadie, que solamente estábamos ella y yo, que no tenía por qué preocuparme porque estaba con mi mamá. Me llevó a mi cama en brazos y me arropó. Me dio un beso y se quedó conmigo hasta que me conseguí calmar. Entonces oí pasos por el pasillo.
La otra mamá entro en el cuarto y con los ojos muy abiertos me dijo que durmiera, que iba a encerrar a mi mamá en una caja y que cuando despertase ella ya no estaría. No pude evitar volver a gritar, mientras abrazaba con fuerza a mi mamá que me arropaba. Le dije que no se fuese que se quedase conmigo, que no iba a dormirme ni a dejar que nada malo pasase, que no dejara que nada malo pasase.
Me mantuve despierto horas y horas abrazado a mi mama, sin poder separar la vista de esos ojos que me miraban desde la puerta de mi cuarto, inmóviles. Hasta que finalmente caí en un profundo sueño, soñé con la caja, con mi mamá, con la otra mamá. Tan pronto me dormí me despertó la luz que entraba por la ventana. Era ya por la mañana. Al ver que estaba solo en mi cuarto me levanté corriendo y llorando hacia el cuarto de mi madre. Ahí estaba ella sola, solo una mamá. Ella al verme me abrazó y me acarició la cabeza, enredando sus dedos en mi pelo.