Estaba con mis amigos de fiesta en un pequeño bar en el centro del pueblo, era una noche fría de otoño, pero a pesar de ello había mucha clientela. Hablamos sobre diversos temas hasta que salió el de leyendas urbanas y cada uno contamos una. Me interesó mucho una historia que contó mi amigo Carlos: la leyenda de Ana.
Era el año 1645, época en la que vivió una de las familias más ricas de Cádiz, la familia Trevil, formada por Lucía, Miguel y su hija Ana. Era una familia proveniente de Madrid que se dedicaba a las exportaciones comerciales, puesto que el padre de Ana era capitán de un navío. Se instalaron en una casa bastante grande en la Alameda que estaba llena de espejos por dentro, esto a Ana le encantaba porque le gustaba jugar con su reflejo. Llegó el momento de zarpar y Miguel se volvió al mar, pasaron los meses y al volver, se topó con una noticia que lo dejó de piedra: su hija Ana había fallecido en unas condiciones totalmente desconocidas. Él deambuló por la casa observando los espejos y los lugares en los que ella solía jugar. Un día, mientras contemplaba los espejos, pudo ver en ellos a Ana que le señaló un pequeño cofre escondido en un cajón oculto de una mesa y dentro de él encontró un pequeño frasco de veneno, un veneno que te paraliza los pulmones hasta que mueres asfixiado. Lucía, al ver que encontró el frasco, no tardó en confesar el crimen que cometió por celos hacia su hija ya que no le hacía tanto caso como a ella. Lucía fue presa y Miguel se ahogó en el mar en un naufragio años después. Cuenta la leyenda que si en el baño cierras los ojos y dices el nombre de la niña tres veces, saldrá del espejo y te ahogará ella misma con sus propias manos.
Aquel día llegué bastante tarde a casa, sobre las 4 de la mañana. Mis padres y mi hermana dormían, así que en silencio me fui a ducharme para luego irme a la cama. Me metí en la ducha y encendí el grifo,
adoraba esa sensación del agua cayendo sobre mi cabeza. En ese momento se me ocurrió decir el nombre de Ana para probar que era una tontería eso de la leyenda, así que cerré los ojos y susurrando dije “Ana, Ana, An...”, un escalofrío recorrió mi espalda como si me la rozase un pequeño soplo de aire. En verdad era una insensatez, hacia viento, así que quizás entrase un poco de aire por debajo de la puerta. Volví a cerrar los ojos y susurré: “Ana, Ana, Ana”. Al abrirlos, la luz se apagó y se quedó la habitación en penumbra, a excepción de la luz de la luna que iluminaba la sala y podía ver lo que ocurría tras la cortina: una pequeña silueta de color negro estaba saliendo poco a poco del espejo y colocándose al final del cuarto de baño, para luego ir avanzando a paso muy pausado hacia la cortina hasta encontrarse frente a ella. Alargó su brazo y fue deslizando sus dedos de manera muy lenta, aunque cada vez con mayor rapidez.
Yo estaba paralizado por el miedo y solo se me ocurrió cerrar los ojos y gritar “¡fuera!” y al abrirlos, mi sorpresa fue que desapareció y la luz había vuelto, parece ser que todo fue producto de mi cabeza, así que desplacé la cortina y me enrollé en la toalla para ir al espejo a peinarme. Lo miré por todos lados, incluso me acerqué mucho y me alejé hasta que en el vaho que lo cubría, justo arriba en una esquina, pude ver escrito “te estaba esperando”. Bajé la mirada, una silueta femenina estaba a mi lado y me agarró por el cuello, podía sentir como sus dedos se clavaban en mi carne e iban hundiéndose, notaba como el aire me comenzaba a faltar, probé lo de antes y volví a cerrar los ojos hasta que dejé de sentir esa asfixia, sin mirar a ningún lado. Corrí a la habitación de mis padres en busca de tranquilidad, pero por más que les gritaba no se despertaban, fui a ver a mi hermana y tampoco ella pareció escucharme: Ana había matado a todos los de la casa.
Con angustia fui al baño y me asusté al ver a una niña pequeña rubia mirando algo en ese espejo, a pesar de mi temor, corrí a apartarla para que no mirase, pero entonces descubrí lo que ella observaba: un cadáver tras el espejo, totalmente pálido y con la garganta morada como si lo hubiesen asfixiado, era yo, estaba tras el espejo, había muerto y esa niña entonces...