Vuelvo a casa sola por la noche. Camino en la oscuridad después de la fiesta. Mis pensamientos ya no están en lo guapo que es Jaime, lo poco que me gusta la música o maldecir mis tacones, sino en que dejo de ser parte de un grupo y me convierto en un individuo, en una mujer que camina sola a casa por la noche.
Aprieto el paso. Intento no pasar por calles oscuras. Procuro no mirar a los desconocidos a la cara. Saco el móvil por si tengo que fingir una llamada. El camino es eterno.
Es de noche, estoy sola, y tengo una condición. Meto mi pelo dentro del abrigo; no quiero que nadie pueda sugerir que yo provoqué el problema.
Llego a la parada del autobús. Allí hay un tipo con gafas, camisa y mochila que me observa al llegar.
– Buenas noches. ¿Sabes cuánto le queda al autobús?
– Unos quince minutos.
Asiento con la cabeza. Miro el móvil.
– ¿Vuelves sola a casa?
– Sí.
– Lo digo por si conoces las últimas noticias.
– ¿Lo de los muertos?
– Asesinados. Con la garganta desgarrada.
– Estoy al tanto. Tres en tres meses. Muere gente todos los días, si tuviera que quedarme encerrada en casa por eso...
– Ya, pero hay que ser precavido. No se sabe quién puede ser un asesino.
– ¿Eres tú el asesino?
Ríe.
– No. Sólo soy profesor de arte.
–¿Y te gusta tu trabajo?
– En absoluto. Enseño el arte que han hecho los demás. Y todos han imitado a otros a lo largo de la historia.
– Ni idea, no sé de arte. Si me sacas de los números me pierdo.
Pone su mochila en el suelo.
– Perdona que vuelva al tema, pero quiero preparar unas prácticas para mi facultad. He investigado sobre los asesinatos. Dicen que los cuellos desgarrados los ha realizado una bestia con dientes afilados.
Busca algo torpemente en su mochila.
– Pero yo creo que se podría imitar con un cuchillo de cortar el pan, con mucho diente.
Y ahí viene. Lo que he estado temiendo toda la noche. Todo está a punto de pasar.
– Antes he mentido a medias. No soy el asesino, pero sí un potencial artista. Quiero empezar a crear arte. El arte es imitar la naturaleza. La violencia es natural, puede ser bella incluso. Y voy a imitar a un asesino.
Y aquí está. El chico está excitado. Noto cómo hierve la sangre en su interior. Eso me excita. Soy capaz de olerlo. He intentado resistirme, igual que las otras tres veces, pero la sed me supera, mi condición me domina. Mis ojos se convierten en un pequeño globo blanco. Mi mandíbula cruje porque la boca ocupa ahora la totalidad de mi cara. Me crecen mil dientes afilados inclinados hacia delante. Va a girarse y seré lo último que vea. Y mañana otra vez las noticias: “Nueva víctima con el cuello desgarrado”… Intenté no cruzarme con nadie, no provocar, andar rápido, pero mi maldita condición me obliga a beberme la sangre de este pobre capullo.