Llevaba meses insistiéndole a María en conocer a su madre. El hecho de que ella nunca me hablase
sobre su familia me provocaba aún más curiosidad, pero cada vez que sacaba el tema algo
cambiaba en su rostro, como si volviesen a su mente recuerdos de los que no era capaz de librarse y
la conversación siempre acababa de la misma manera. Silencio sepulcral.
Ser nuevo en la ciudad no era precisamente una ayuda a la hora de indagar sobre el pasado de mi
prometida, pero mis años de experiencia como periodista de investigación tenían que servir para algo
más que estar en el paro... ¿no?. Al final conseguí averiguar que su madre, Carmen, vivía sola desde
hacía años tras la desaparición de su marido y que apenas salía de casa.
- Nunca me habías dicho que tu madre era ciega...
- ¿Y tú cómo coño sabes eso?
- Hoy en la frutería estuve hablando con Emilio, el que siempre dice que te conoce desde cría, y al
final me contó algunas cosas... ¿Vive sola en ese estado?
- Eso no es asunto tuyo ¿Todo esto es por la boda, no?
- No... y sí, claro que quiero que la invites para conocerla por fin... y más después de saber eso.
- Joder, está bien, tú ganas. Cenamos con mi madre mañana y la conoces. Lo de la boda ya se verá.
Al entrar en la casa un fuerte olor a humedad invadió mis fosas nasales. Era uno de esos olores que
quedan grabados en la mente. De los que piensas que se quedarán para siempre dentro de tu nariz y
no volverás jamás a respirar otra cosa. Repulsivo. Casi tanto como que la madre de María viviese en
esas condiciones. La casa estaba totalmente a oscuras y no veía nada.. Pensé en sacar el móvil para
alumbrar pero me pareció una falta de respeto, aunque por otra parte ella no iba a darse cuenta,
¿no?
Mi futura suegra era una mujer bastante entrañable. Supongo que cuando no tienes apenas amigos y
tu familia vive a miles de kilómetros de distancia, todo parece mejor de lo que es. María, en cambio,
estaba distinta. No había abierto la boca, como si la presencia de la mujer que le dió la vida la
empequeñeciese por completo, llegando a anularla. Quizás eran impresiones mías. Ya llevaba un par
de copas de vino y me estaba haciendo más efecto de lo habitual.
-Cariño, hoy quiero hacerte tu postre preferido. Me vas a tener que ayudar.
-Sí, madre.
María se puso de pie, y vino a besarme. Creo que era la primera vez en dos años que me besaba
delante de otro ser vivo, le daba vergüenza incluso cuando nos miraba el gato. Aquí pasa algo raro.
¿Me acaba de esposar a la silla o me lo estoy imaginando? No me responden las piernas... ¡Joder
con el vino!
Carmen volvía de la cocina sonriendo mientras afilaba los cuchillos.
-Me alegra que hayas vuelto hija. Pensaba que jamás volveríamos a cocinar juntas.