Estaba completamente aterrada por presenciar la muerte de su novio, corría despavorida por uno de los angostos pasillos del manicomio abandonado, sabía que el ente la seguía muy de cerca, con la linterna aún en la mano iluminaba a todas partes buscando una salida o un lugar donde esconderse, a toda prisa se metió en una de las habitaciones, cerró la puerta, pero inmediatamente notó que no tenía cerradura; arrimó una desvencijada cama para bloquear la entrada, pero no había más muebles para usarlos de barricada, así que se recostó de la cabecera haciendo presión con todas sus fuerzas, esperando que fuera suficiente para bloquear el acceso, pero un golpe, que pareció más bien un estallido, hizo volar la puerta, la cama y a ella misma que terminó por estrellarse contra una ventana enrejada, haciendo que un pedazo del cristal se le incrustara en el muslo antes de caer al suelo. Aturdida por el impacto intentó incorporarse, pero el dolor producido por el pedazo de vidrio, que tenía el tamaño de un cuchillo de cocina, se lo impedía, sólo pudo sentarse y recostarse de la pared, antes de poder hacer otra cosa tenía frente a sí al ente, agachado, acercando su rostro al de ella, ante el susto que le produjo en un movimiento violento ella se arrancó el trozo de vidrio de la pierna y le atravesó el cuello cercenándolo casi por completo, un segundo después un chorro de sangre la salpicó por completo, antes de que el cuerpo inerte se desplomara. Su pierna sangraba pulsantemente a través de la herida, soltó la improvisada arma, se quitó el cinturón del pantalón con el cual se rodeó la pierna para improvisar un torniquete, tomó un momento para mirar el cuerpo de la criatura, fue cuando notó que era pequeña, delgada, y la que los había atacado antes era más grande, afuera del cuarto se escuchó un alarido espantoso, entonces entendió que la pesadilla no había terminado.