Era ya muy tarde, y como cada noche que mi pareja trabajaba, me quedaba esperando hasta tarde su llegada, la televisión estaba especialmente aburrida y solo me quedaba mirar el teléfono esperando una llamada o un mensaje que me anunciara su llegada. Pero no llegaban noticias y mis mensajes no eran contestados, aunque si me aparecían que eran leídos.
Mi inquietud crecía por momentos, pero me intentaba tranquilizar pesando que estaría demasiado ocupado para contestar y que tarde o temprano me contestaría. Tal vez aquella noche había tenido mas comensales de lo normal en el Restaurante. Ya habían pasado un par de hora de la medianoche, y no podía esperar más, el sueño me vencía y los ojos se me cerraban, así que decidí meterme en la cama, con el teléfono cerca y el sonido activado por si acaso.
No tardé demasiado en caer en un sueño profundo a pesar de mi preocupación, un sueño que fue interrumpido cuando había pasado poco mas de una hora con un mensaje, me desperté sobresaltado y cogiendo el teléfono no sin cierto nerviosismo leí el mensaje. Una escueta frase que decía: “Duerme tranquilo que enseguida estoy a tu lado”.
El mensaje me llenó de tranquilidad, aunque también de extrañeza, normalmente me decía: “ya estoy en camino”, “tardo diez minutos” y luego unos emoticonos de corazones a modo de despedida. No le di más importancia y volví a intentar conciliar el sueño, con la seguridad de que mi amado se encontraba bien y pronto llegaría a casa, todo estaba bien.
Al poco tiempo, sentí frio, y me arropé un poco más, estábamos en otoño y el tiempo era cambiante, así que no le di demasiada importancia. Escuché unos pasos que acercaban a la habitación con sigilo y algo que acariciaba mi mejilla, era una mano fría, congeladora, pensé que era el, que por fin había llegado y tan solo dije “buenas noches”, nadie me contestó. Por fin respiré tranquilo por que él ya estaba en casa. Noté que como se metía en la cama, una respiración mas fuerte de lo normal y ese frio que cada vez se hacía mas intenso. Pero caí rendido por el sueño hasta la mañana siguiente.
Los primeros rayos de sol que se colaban por la rendijas de la persianas me despertaron de repente, pero sentía pereza y decidí quedarme unos minutos mas en la cama, aún tenía tiempo antes de irme a trabajar. Me giré y cual fue mi sorpresa cuando pude comprobar que estaba solo en la cama, y la sábanas y la almohada de su lado estaban intactas, no comprendía nada, estaba seguro de que había notado su llegada.
Sin apenas tiempo de reaccionar, una llamada al teléfono fijo. Con el pulso tembloroso, alguien me decía que había ocurrido un accidente de tráfico cuando mi amado acudía al trabajo, ni tan siquiera le había dado tiempo de llegar al restaurante. Había muerto en el acto, pero hasta por la mañana nadie había podido localizarme.