Era un jueves doce del mes de octubre cuando ella lo notó, una respiración andaba justo detrás de su sombra al llegar a la antigua barandilla que rodeaba su casa, echó a correr por la nieve, sentía como las pequeñas gotas caían de la parte más alta de los pinos que estaban cerca de la puerta de madera, la que haría sentirse a salvo de aquello que la estaba siguiendo.
Por fin escuchó aquel crujido que aseguraría que estaba dentro, fue corriendo a la ventana, corrió la cortina para ver aquello que la había acompañado hasta allí, pero no, no había nada, ¿se lo habría imaginado?.
Al cabo de un rato estaba mucho más calmada, quizás era un animal y ella imaginó todo lo demás hasta que el terror se apoderó de su mente, pensó en ir a dormir y al día siguiente se habría olvidado de todo.
El reloj que estaba en su mesita marcaba las 02:59 cuando de repente abrió los ojos de par en par, asustada levantó las mantas y ahí estaba, aquello parecía una niña, estaba extremadamente fría y pálida, lo que debían de ser sus ojos estaban convertidos en dos bolas negras, su boca estaba desencajada, abierta y gritaba, gritaba muy fuerte. Sus manos estaban intentando agarrar su cuello, ella intentaba gritar, pero no podía, no tenía voz, solo le quedaba dejarse llevar por aquello que estaba intentando llevársela.
Hacía un año que la casa estaba vacía, desde que la hija de aquel matrimonio apareció muerta en su cama, nadie supo descifrar que fue lo que ocurrió esa noche. Por eso, ello consiguieron comprar la casa por un precio ridículo. Los primeros días no podía dormir, el crujido de las maderas lo despertaba constantemente. Al cabo de unas semanas se había acostumbrado y podía dormir toda la noche, aunque aquella vez sentía algo raro, una extraña presencia iba detrás de él por la casa, pero intentaba convencerse de que era el pesado gato.
Cuando salió de la ducha, vio claramente como una sombra salía de ese misma habitación, miró al espejo en el que pudo leer “Ven a jugar”. No entendía nada, pero si todo aquello era una broma, no tenía nada de gracia.
Estaba leyendo ya que no encontraba la forma para quedarse dormido cuando de repente un libro cayó de la estantería, no puede ser, eso no era de él, eso era un diario con el lomo amarillento por el paso de los años. Cuando lo abrió pudo ver la foto de una niña ciega, la foto estaba acompañada por una carta; “No quiero seguir siendo la niña sin amigos, no quiero seguir aquí, solo quiero jugar”.
Oscuridad, la oscuridad se comió todo el espacio, él las sintió. Luz, las vio, estaban en una esquina agarradas de la mano. Oscuridad, gritó y siguió gritando. Luz, la voz no conseguía salir de su garganta. Oscuridad, “ven a jugar, ven a jugar”. Luz, sus ojos no estaban, se fue a jugar a otro lugar.