Lo de Siempre
- Neblina roja – dijo el Dr. Buzo mientras le entregaba la capa de estilo ingles al maître de turno, encargado de recibirlo y acompañarlo hasta la mesa que había reservado.
- Así parece. – Respondió - No recuerdo la última vez que sucedió. Pero ya saben lo que dicen los ancianos…
Con suma delicadeza, el maître, acomodo al Dr. y su pareja en la última mesa del vacío comedor. Las luces tenues del ambiente combinaban perfecto con las paredes ocres y las molduras blancas de los altos techos. Los reflejos de biselados espejos mostraban fotos antiguas, que rellenaban los espacios vacios de muros fríos y lúgubres. De fondo se podía oír el lamento de una púa arrabalera contra el disco de pasta gastado. Tiritando suaves cantos, que las llamas de las velas danzaban en sincro cortando el aturdidor silencio.
- Buenas noches mi nombre es Papú - Se presentó el mesero de turno con un acento notorio de otro lugar - Será un placer atenderlos. ¿Desea una copa de vino? – continuo.
- Por favor si es tan amable, parece que tendremos una velada especial - Afirmo el Dr. al mismo tiempo que se recostaba sobre su asiento.
El resplandor de las velas atravesaba el delicado cristal de las copas, proyectándose en los rostros de los comensales delineando sus facciones. Rápidamente el vino servido de unas manos inexpertas, se encargo de opacar el efecto.
- Señor, aquí tiene la carta – Dijo Papú siguiendo el protocolo.
Lentamente el Dr. alzó y poso su vista sobre él, provocando un efecto seductor. Los ojos oscuros y vacios daban un aspecto tenebroso, que hasta los más valientes hubieran sucumbido al mirarlo.
Era evidente el temor que Papú sintió. Pudo ver el grito silencioso de miles de almas a través de las oscuras pupilas del Dr.
- Hoy voy a prescindir de dicha carta – Mientras la cerraba y la dejaba en un costado
- Los gustos con el correr de los años dejan de variar – comenzó a parlotear el Dr. clavando su mirada en el mesero, como un animal que elige su presa. El paladar se vuelve algo así, como obsoleto. Y el cerebro solo quiere recordar el sabor de un fino elixir, que lo remonten a momentos de gracia. -
- Es la primera vez que lo veo aquí; imagino que será nuevo por estos lados – siguió con su monologo – Tengo un sentido especial cuando veo a las personas, suelo oler su temor. Ese es el secreto del sabor. No tenga miedo mi querido amigo, será muy rápido. Lo siempre por favor.