Ganador del Premio al Relato más divertido en Concurso de Relatos para Empleados de Lamucca
Érase Una Vez, una cucaracha que soñaba con convertirse en
mariposa.
Se llamaba Jacinta, «Jacintica» para los amigos, aunque siempre le
decían que tendría que haberse llamado Milagros, pues tenía mucha fe
en todo lo que deseaba.
Jacintica era una buena cucaracha. Le gustaba sentirse rodeada de
aquellos a los que quería y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida:
comer bien, deleitarse con un buen vino, viajar o “restregar la
cebolleta”. Pero, sobre todo, lo que mas le gustaba a Jacintica, era
soñar. Desde muy pequeña lo hacía, ya que de alguna manera intuía,
que sus deseos podrían hacerse realidad…
Se imaginaba a su «cucaracho azul”, galopando sobre un hermoso
escarabajo de melena pelirroja, en la húmeda arena de un charco
caribeño, o descubriendo nuevos horizontes, con una preciosa casa y
un bonito coche, sin embargo, el mayor de sus sueños, el que
realmente le hacia sentirse dichosa, era llegar a ser una mariposa.
Así que se puso manos a la obra para conseguirlo; se fue a estudiar
lejos de su aldea para emprender una nueva vida y formarse como el
insecto que quería llegar a ser.
Trabajó duro para pagar sus estudios, comenzó a descubrir y valorar
nuevas cosas, a conocerse a sí misma, a crecer como cucaracha y, en
definitiva, a disfrutar de su existencia.
La verdad que no le iba nada mal, y todo lo que se había ido
imaginando tiempo atrás, ocurría, y aquello le daba más fuerza para
seguir soñando con lo que deseaba.
Pero las cosas no eran fáciles, y se requería de mucha constancia y
paciencia para conseguirlo; así que Jacintica, después de muchos
vaivenes y decepciones, un buen día, dejó de soñar.
Había perdido toda la ilusión y la fuerza, se sentía frustrada y enfadada
por no tener en qué creer, ¿qué sería de ella?
Pasó así un tiempo la pobre cucaracha, y nada parecía hacerle cambiar
de opinión, ya no encontraba ningún sentido a lo que hiciera o pensara.
Una mañana gris, en la que el insecto se sentía más triste que nunca,
un rayo de luz entró por la ventana, iluminando la superficie de unas
cajas a las que Jacintica, jamás había prestado atención. Allí, posado,
se encontraba un libro de tapas doradas que llamaron su atención. Se
dirigió a él y, cuando lo abrió, una sensación de inmensa alegría la
envolvió de nuevo al ver lo que decía: «Aquello en lo que piensas, te
conviertes. Aquello que sientes, atraes. Aquello que imaginas, creas».
A partir de aquel día, Jacintica empezó a soñar de nuevo con lo que
realmente quería, y no dejó que ningún pensamiento negativo la
torturara otra vez, y su mundo y su vida, se transformaron como por
arte de magia; pues simplemente funcionaba…!!!
…Y colorín colorado este cuento se ha acabado, si quieres que te lo
cuente otra vez, cierra los ojos y cuenta hasta tres.