Trabajaba en un supermercado, salió a fumar un cigarrillo al almacén, normalmente no se podía, pero Juan estaba sólo, en el turno de noche y sabía que no pasaba nada. Nadie lo descubriría. Estaba sólo en el gran supermercado lleno de espejos por todas partes, en cada columna había uno grande desde el suelo hasta el techo. Pensó que había algo extraño en aquellos espejos. Le daba miedo, terror que no podía soportar, e incluso abrió una botella de wiski, y le dio un par de sorbos para evitar el miedo y fue entonces cuando tubo una sensación cinestésica, le tocaban el hombro, desde atrás hasta la clavícula, notó perfectamente una mano y un escalofrío que súbitamente le recorrió todo el cuerpo, le temblaron las piernas.
La noche anterior había estado investigando con cartas de Tarot y bola de cristal de cuarzo rosa adivinatoria. Practicó durante horas. Pensó que estaba sugestionado y por ello con tantas velas y rituales era algo normal. Trataba convencerse de que era eso lo que rondaba su alrededor. Le había salido mucho el naipe Triunfo de la muerte. Tan grande el supermercado y los espejos, en fin, estaba sólo y no quiso hacerle caso. Bebió otro trago largo de wiski, cuando terminó el cigarrillo quitó las huellas de haber fumado y escondió la botella.
Salió allí fuera y una vez en la jungla de cristales, empezó a tener percepciones auditivas. No paraba de mirar en cada espejo, girando la cabeza y el cuello a cada instante, escuchó claramente una voz femenina diciendo – no eres sexi – estaba aterrado – ¿quién eres? déjate de bromas da la cara – y volvió a escuchar – no eres sexi.
La frase se repetía una y otra vez hasta el punto que terminó por dejar su trabajo a medias y fue a la oficina, de la planta de abajo dónde estaba el cuadro de luces, a oscuras y horrorizado apagó todas las luces, subió con la linterna del móvil encendida, conectó la alarma, antes de cerrar la puerta, que para su asombro estaba abierta, se marchó.
Iba a pie, su casa estaba a 20 minutos de allí, por el camino vio a un grupo de mujeres vestidas de negro y repitiendo – ave María purísima – sin duda eran las ánimas, todas de luto y con un velo negro, transportaban algo. No quiso mirarlas a la cara ni saber que era lo que llevaban en centro del grupo de unas 16 mujeres – ave María purísima.
Cuando llegó a casa no pudo dormir en toda la noche. Una vez pasada la noche y parte de la mañana salió a tomar café, fue ahí cuando lo vio en el diario.
Una prostituta había matado a un cliente, alegaba que una fuerza extraña la incitó, lo asesinó por esa fuerza que le empujaba a hacerlo. El cadáver apareció en la misma calle dónde vio a las ánimas y la prostituta vivía en el mismo barrio dónde él trabajaba. Escucho una vez más – ave María purísima.