Cansada tras otra noche de pesadillas, se levantó lentamente de la cama y se dirigió hacia la ventana del dormitorio. Subió la persiana y comprobó que ella seguía allí, inmóvil, en la ventana del edificio de enfrente.
Su figura estaba oculta en la oscuridad y su rostro permanecía indefinido bajo un aura brumosa, pero podía percibir algo perturbador cada vez que la veía.
Había intentado comunicarse con ella varias veces, pero la espectral figura permanecía hierática y sin reaccionar.
Estaba cansada de aquella situación. Desde que empezó a notar su presencia, la imagen de la mujer en la ventana se había ido apoderando de sus pensamientos hasta convertirse en una obsesión. No importaba a qué hora del día o la noche se asomara, ella estaba siempre allí, espiándola. ¡No podía aguantar más aquella situación!
Dio un beso a su dormido novio, se vistió a toda prisa y salió de la casa con destino a aquel lúgubre edificio.
La fachada principal parecía cerrada y no daba la impresión de que la puerta se hubiera abierto desde hacía mucho tiempo, aún así se armó de valor y llamó con los nudillos. Nada.
Cada vez más agitada, comenzó a llamar más con más fuerza pero con el mismo y decepcionante resultado. Pensó en cambiar de estrategia y se metió en el vacío solar de al lado, desde ahí pudo ver el lateral del edificio tenía muchos huecos, cubiertos improvisadamente por maderos y rejas. Tuvo que colarse por una desvencijada verja para entrar.
Una vez dentro, y cada vez más fuera de sí, subió corriendo las escaleras de crujiente madera podrida hasta llegar a la habitación de la ventana. Pero allí no había nadie.
Con la respiración agitada y los ojos desorbitados buscó por todos lados alguna señal de aquella maldita mujer, pero solo vio polvo y abandono. COn paso vacilante, se acercó a la ventana que tan bien conocía y al observar en dirección a su casa quedó helada.
Aquella mujer estaba allí, junto a su ventana, con su mismo pijama, sonriendo malignamente. Intentó gritar o salir corriendo, pero su cuerpo ya no le obedecía, estaba paralizada, sólo podía observar con desesperación y tristeza como aquella criatura se apoderaba de su vida.