En ambiente era húmedo cuando entré en la casa familiar. Hacía muchos años que no venía. La decadencia se había adueñado de las paredes tras la muerte de los abuelos. ¿Cuánto tiempo hacía de la última vez que un ser humano pisó estos suelos?
Entonces lo vi, un pequeño charco de sangre en la mitad del salón. Varias manchas más se dirigían hacía un pasillo.
El frío me calaba hasta los huesos, pero la curiosidad era más poderosa que el miedo. El temor fue desapareciendo paso a paso, o eso pensaba. En el pasillo había espejos, esos que a mi abuela le gustaban tanto, pero no me reflejaba en ellos. Una calavera me devolvía una visión oscura y terrible en cada espejo. Mandíbulas desencajadas, cuencas vacías goteando sangre...
La gelidez del ambiente era cada vez más fuerte, implacable, dolorosa. Una puerta al final del pasillo me obstaculizaba. Estaba entreabierta, solo tuve que empujarla un poco. La madera desvencijada chirrió sobre las bisagras oxidadas. El sonido se extendió por toda la casa, ahora todos sabían que yo había llegado.
La negrura de la habitación no era comparable a la claridad y el brillo de la sangre que había salpicada en cada rincón. Aún estaba fresca. Muebles desgastados, ventanas mugrosas y sin embargo, no había cuerpo.
¿De dónde había salido toda esa sangre?
El sonido de unos pasos llamó mi atención, miré hacia el pasillo. Había dos personas acercándose muy despacio.
Eran mis abuelos.
Sus ancianos rostros carecían de ojos, sus cuerpos desnudos estaban cubiertos de sangre y sus extremidades se retorcían en ángulos imposibles. En ese instante me parecieron marionetas controladas por los hilos invisibles de un títere diabólico.
Quise correr, pero la única salida eran las ventanas. No, estaban bloqueadas por barrotes. Estaba atrapado. Los cuerpos de mis abuelos estaban cada vez más cerca, daban dentelladas al aire.
Grité, pero fue inútil.
Peleé, pero no sirvió.
El dolor que me provocaron esos seres con la apariencia de mis abuelos fue lo peor que he sentido en toda mi vida, tanto físico como emocional. Se lanzaron sobre mí mordiéndome con fuerza.
Resbalé con la sangre del suelo y caí hacia atrás. Mi visión se ensombreció y todo dejó de tener sentido.
Al volver a recuperar la consciencia sentí el cuerpo dolorido, pero no podía moverme. Estaba atrapado en lo que parecía un muro. Vi que había más personas como yo, mis abuelos y también reconocí a mis bisabuelos y más familiares.
¿Qué me habían hecho? Ni siquiera podía hablar.
Ahora estaba atrapado en la vieja casa familiar para el resto de mi vida o de la eternidad.