Tenía que apagar la luz. Marcos llevaba días durmiendo con la luz
encendida. Sus padres al principio fueron comprensivos, al fin y al cabo es normal
que a un niño de nueve años aún le de miedo la oscuridad; pero Marcos no le temía
a ella, sino a lo que la acompañaba. Los primeros días era una sensación en el
pasillo, la luz estaba en el comedor, así que tenía que cruzarlo a oscuras para llegar
a su habitación, y siempre que lo hacía notaba como alguien le miraba desde
detrás. Al principio creyó que eran imaginaciones suyas, pero pronto empezó a
cruzarlo corriendo. Convenció a su padre para que dejase la luz abierta mientras
andaba hasta su habitación, pero en cuanto la apagaba podía notar esa presencia
detrás de la puerta...la podía oír respirar. Al principio se quedaba detrás al otro lado
puerta hasta que, un día, esta se abrió ligeramente. Desde entonces cada noche, al
apagar la luz, podía escuchar la respiración más cerca, como si esa entidad, cada
noche, diese un paso más para acercarse a él. Llevaba ya cuatro días durmiendo
con la luz encendida cuando sus padres dijeron que ya era suficiente.
—Esta noche dormire contigo —le dijo su padre —verás como no hay nadie
allí —. Su madre se encogió de hombros.
—Será el vecino haciendo ruido —dijo ella— es normal que tengas miedo
hijo, pero ya tienes una edad...
Su padre le cogió de la mano y le guiñó un ojo en señal de apoyo. A
regañadientes Marcos accedió bajo la promesa de que no le dejase solo en ningún
momento. Esa noche Marcos y su padre durmieron uno al lado del otro y, al apagar
la luz no se escuchó nada, en la habitación reinaba un silencio total y pronto los dos
cayeron en un sueño profundo hasta que, a medianoche, su padre se levantó de la
cama para ir al baño, al incorporarse el colchón chirrió ligeramente, su padre tanteó
el suelo con el pie en busca de las zapatillas y se levantó en un estado de
semiconciencia. Pese a que intentó no hacer ruido, Marcos se despertó justo a
tiempo para verle salir de su habitación y cerrar la puerta, esta resonó ligeramente y
luego todo quedó de nuevo en silencio, Marcos se quedó quieto, inmóvil y
petrificado de miedo, aguantando la respiración, pero no pudo oír nada, mantuvo la
mirada fija en la puerta cerrada, la luz del baño se filtraba tímidamente por debajo
iluminando parte de la habitación. Escuchó en silencio como su padre tiraba de la
cadena y apagaba la luz, la habitación volvió a quedar en total oscuridad. Esperó
entre las sábanas a que su padre regresara, con la mirada fija en la puerta; era tal el
silencio en ese momento que pudo oír como los pasos de su padre regresaban al
cuarto de su madre y este cerraba la puerta, entonces sintió una respiración en la
nuca.