La de lunares naranjas es larga y sinuosa, me hizo feliz, no como la muerta que gritaba en mi puerta. La de lunares es ligera, vuela, no tiene pies. El chico me tiraba los pelos y fumaba humo blanco. A ratos recupero la conciencia pero el resto no sé qué hago, mis ideas no son mías, ninguna idea es mía, como NO lo son los titulares, los discursos, los goles, los anuncios. Salí del ascensor, caminé a casa, todo se veía NORMAL, los coches, los trenes, las tiendas, la gente comprando. El chico me jala los pelos, el pecho me duele. No sangro, ruedo sin luces, sin rieles, caigo a tropiezos violentos. Abro los ojos en seco, estaba en cuatro patas, sudando, jadeando y deseando por más. No podía distinguir lo agradable del peligro. No lo vi venir, respiro y respiro pero me cayó el infarto, duro y caliente como una rata en la garganta. Apreté los ojos, torcí la cabeza a la izquierda y se me abrió otra faringe como una pesadilla, un desahucio, una condena, un contrato sin salida; un hoyo oscuro como el recelo o la desconfianza. Traté de respirar, de pensar en los que quiero (…ya no están) ¡respira, respira, respira! Pero el pecho estaba tieso. Traté de toser, con fuerza, toser para resucitar. Me doblé a la derecha y allí chispeaba un infierno caliente y naranjo (como solemos crear los infiernos), y sobre un hierro un letrero con tiza: sin salida. ¿Qué sentirá la rata en la boca de la víbora, en qué momento se rinde al placer de esa lengua? ¡Sin salida! Caí de la cama, vi cómo volaba el suelo a mi cabeza. El chico me levantó de otro jalón, abrí los ojos y escupí su pene blando. En la puerta mi mala mujer insistía. ¡Yo quería distinguir quién era real! Como el día en que los demás se convirtieron en los otros, que no hubo más clientes, familia, dinero, ni amigos que confíen. La calle no era una opción, mendigar no era una opción. Yo había descarrilado. El chico me jala los pelos fumando con furia y pidiéndome más. ¡Basta! Tienes que irte… basta, debo reaccionar. Le entrego las llaves y miro la puerta de hierro. Alcanzo las pastillas, no logro tragar, sudo, me cocino en cortisol, golpean la puerta con saña, es mi mujer chillando por más. ¡Otro infarto… todo era cierto: el brazo izquierdo, el pecho, el dolor, el horror, no respiro, no respiro, pido perdón, perdón, perdón de niño agudo y doloroso! Mi garganta se parte en tres y me obliga a caer, puedo elegir por cuál de sus bocas pero he de caer, la de lunares naranjas sonríe, el chillido continúa, sigo sin saber quién es real… floto ligero, la de lunares baila, trajo compañía, son amables, siento inocencia… respiro… el pecho… ¡el chico fuma y me mira, mi mujer chilla! Madre mía, OTRO MÁS, me duele, me duele… el pecho… ¡TERCER INFARTO… VEO LUNARES… VEO LUNARES NARANJAS!