Recuerdo que en mi infancia mis primos y yo nos quedábamos en la casa de mi abuela. En el cuarto donde dormíamos, ocultaba un armario con una puerta qué a pesar de su apariencia normal, transmitía un aura inquietante, causante de nuestro insomnio. Por eso, no era inesperado que aquella puerta creara conflictos, sobre todo cuando teníamos que elegir quien dormía más próximo a aquella maldita puerta.
Pues cuando abrías la puerta daba a un pasillo fatídico con otra puerta igual al fondo. Si te atrevías a abrir la segunda puerta, te encontrabas con una habitación llena de objetos antiguos además de trajes y disfraces plastificados. Me acuerdo de aquel particular frio que albergaba aquel pasillo. Ese aire gélido que se te calaba en los huesos al abrir la primera puerta. La profunda oscuridad que desataba los miedos más profundos de mi ser.
Una Noche buena, nuestros padres nos mandaron pronto a la cama para así poder alcoholizarse sin remordimientos. Pero nuestra excitación nos impedía dormir. Fue entonces cuando todo cambio, iniciando el desastre con la idea de mis primos de jugar a "prueba o verdad”. Mentiría si dijera que no fue divertido averiguar los secretos de mis primos o realizar las pruebas. El problema vino a mano de la falta de ideas que llevó a la propuesta de mi primo mayor. Hubiera sido una prueba interesante sino fuera porque el que tenía que hacer lo era yo. La prueba consistía en entrar en el armario, cruzar el pasillito y tocar la pared del final.
Obviamente yo me negué, el simple hecho de pensar lo, me aterrorizaba. Al principio mis primos me llamaban gallina, cagón y esas cosas de niños. Pero luego, me empezaron a empujar y a amenazarme con romper mis consolas, pese al aprecio que las tenía seguí negándome, pero sucumbí a las extorsiones cuando utilizaron la información de una prueba anterior, no podía permitir que dijeran nada a la chica que me gustaba...
Abrí la primera puerta, el frio me llego al alma dejándome el corazón en un puño, con mis pies descalzos recorrí el frio mármol de aquel eterno pasillo y abrí la segunda puerta... el frio fue aun más penetrante, y la oscuridad más densa y... Y siniestra... oí risas a mis espaldas y un fuerte portazo. Por un segundo me sentí paralizado. Al notar un roce en el hombro fue cuando empecé a gritar y a golpear la puerta. Entonces note algo peor y más extraño, doctor. Oí susurros. Sentí como la oscuridad me envolvía y entraba en mí...
A la mañana siguiente me sacaron. Me encontraba desmayado en el suelo. Desde entonces he notado el olor de putrefacción de mi piel, la inexistencia del hambre y la sensación de que mis órganos están descomponiéndose. Doctor, a veces noto cómo los gusanos entran y salen de mis entrañas. Todo por el armario, doctor...Todo por ese armario.Testimonio de un paciente del Centro de salud mental de Riberas diagnosticado con “Síndrome de Cotard“
Pues cuando abrías la puerta daba a un pasillo fatídico con otra puerta igual al fondo. Si te atrevías a abrir la segunda puerta, te encontrabas con una habitación llena de objetos antiguos además de trajes y disfraces plastificados. Me acuerdo de aquel particular frio que albergaba aquel pasillo. Ese aire gélido que se te calaba en los huesos al abrir la primera puerta. La profunda oscuridad que desataba los miedos más profundos de mi ser.
Una Noche buena, nuestros padres nos mandaron pronto a la cama para así poder alcoholizarse sin remordimientos. Pero nuestra excitación nos impedía dormir. Fue entonces cuando todo cambio, iniciando el desastre con la idea de mis primos de jugar a "prueba o verdad”. Mentiría si dijera que no fue divertido averiguar los secretos de mis primos o realizar las pruebas. El problema vino a mano de la falta de ideas que llevó a la propuesta de mi primo mayor. Hubiera sido una prueba interesante sino fuera porque el que tenía que hacer lo era yo. La prueba consistía en entrar en el armario, cruzar el pasillito y tocar la pared del final.
Obviamente yo me negué, el simple hecho de pensar lo, me aterrorizaba. Al principio mis primos me llamaban gallina, cagón y esas cosas de niños. Pero luego, me empezaron a empujar y a amenazarme con romper mis consolas, pese al aprecio que las tenía seguí negándome, pero sucumbí a las extorsiones cuando utilizaron la información de una prueba anterior, no podía permitir que dijeran nada a la chica que me gustaba...
Abrí la primera puerta, el frio me llego al alma dejándome el corazón en un puño, con mis pies descalzos recorrí el frio mármol de aquel eterno pasillo y abrí la segunda puerta... el frio fue aun más penetrante, y la oscuridad más densa y... Y siniestra... oí risas a mis espaldas y un fuerte portazo. Por un segundo me sentí paralizado. Al notar un roce en el hombro fue cuando empecé a gritar y a golpear la puerta. Entonces note algo peor y más extraño, doctor. Oí susurros. Sentí como la oscuridad me envolvía y entraba en mí...
A la mañana siguiente me sacaron. Me encontraba desmayado en el suelo. Desde entonces he notado el olor de putrefacción de mi piel, la inexistencia del hambre y la sensación de que mis órganos están descomponiéndose. Doctor, a veces noto cómo los gusanos entran y salen de mis entrañas. Todo por el armario, doctor...Todo por ese armario.Testimonio de un paciente del Centro de salud mental de Riberas diagnosticado con “Síndrome de Cotard“