Marcos es pintor y dibuja bosquejos de su cara en las servilletas de los bares donde quedan para tomar café. Elena las guarda todas en la estantería de su casa.
Le ha propuesto posar para él en su estudio de trabajo. Le está mostrando los cuadros que prepara para su próxima exposición. Son rostros con deformidades faciales, piel arrugada y expresiones de angustia.
Elena transforma su sonrisa en una mueca aprensiva. Y le pregunta por qué quiere que pose ella.
-Por qué eres muy fea- le contesta con rotundidad.
Elena no es agraciada. Hacía años que ningún hombre le había acariciado la mejilla ni rozado los labios, por eso estaba tan contenta con las atenciones de Marcos.
Una alteración hormonal le produjo hipertiroidismo con graves consecuencias para su físico: sus encías se inflamaron hasta casi devorar a los dientes y sus ojos se abultaron convirtiéndose en unos ojos saltones y bizcos.
-Leonardo da Vincci perseguía a las personas feas por la calle para dibujarlas porque solo reflejando la fealdad podremos conocer la belleza. Son las ‘teste grottesche’ de Leonardo y yo estoy continuando su legado en el siglo XXI.
Elena intenta huir pero Marcos le tapona la salida.
-Estás loco. Déjame en paz-. Marcos la estampa contra la pared y la inmoviliza.
-¿Por qué te crees que contacté contigo en la página de internet? ¿Por qué crees que me interesas? Eres perfectamente horrible para mi exposición.
Elena lucha por zafarse de sus manos, le golpeaba las espinillas y le escupe a la cara, pero Marcos hábilmente elude el gapo que se estrella en el suelo.
-Ahora me vas a obedecer – le dice mientras la maniata con unas bridas.- Lo primero que vas a hacer es recoger el escupitajo porque a mí me gusta tener la casa limpia- y le acerca la cara al suelo para que lama con la lengua lo que pocos segundos antes había soltado por su boca.
Marcos arrastra a Elena hasta la tarima de posar. La desnuda y la amarra a una silla para que no pueda escapar.
Tiene un físico verdaderamente asqueroso y un cuerpo grasiento y flácido. Sin duda es la mejor modelo que ha posado para él.
Decide dedicarle a ella la masterpiece de su exposición.
Ata a la pareja de rottweilers junto a Elena. Lo primero que desaparecen son los meñiques de los pies, con sus uñas pintadas de color de rosa, y poco a poco los perros van avanzando hacia las piernas.
Es el espectáculo soñado por el pintor: la fealdad unida al sufrimiento. La excitación recorre su cuerpo cuando comienza a manejar el pincel sobre el lienzo.
Los quejidos de Elena se hacen más ruidosos y empiezan desconcentrar a Marcos. Es por lo que se acerca con la espátula de mezclar colores y rasga su voluminosa barriga.
Los perros hozan y extraen las sabrosas vísceras en el instante mismo que Elena, generosa, regala a Marcos su último estertor.