Mila estaba sentada con sus primos en un círculo en el suelo del salón. Tenía miedo y había
cerrado los ojos con fuerza. De pronto, el recuerdo de una frase se hizo muy presente en su
cabeza: "Si alguna vez notas una presencia, no hagas nada. No reacciones. Recuerda,
pequeña: lucha contra tu instinto".
Cuando escuchó por primera vez aquel consejo de su abuela Luna, tenía unos seis años.
Aquella mujer pelirroja, que había sido como una madre postiza, era considerada el oráculo
de la familia. Todos la escuchaban y siempre la hacían caso aunque lo que dijera pareciera
una excentricidad. Y, aunque hacía tiempo que no la veía, la recordaba con claridad y
parecía surgir cuando la necesitaba.
Unas horas antes, Mila había llegada al pueblo con su padre y su hermano, y habían comido
con toda la familia. Al terminar, los adultos decidieron salir a tomar un café a la plaza y los
menores se quedaron en el salón de la casa buscando algún juego. La idea salió del
hermano de Mila, que preguntó mientras levantaba un casete en la mano:
—¿Os apetece escuchar psicofonías? —su voz retumbó entre los muros de piedra y todos
abrieron los ojos como si aquel objeto fuera una especie de tesoro.
A su padre le había dado últimamente por comprar la revista Más Allá de Jiménez del Oso
y, en la de ese mes, venía una cinta con grabaciones del inframundo. Uno de los primos
mayores trajo un radiocasete, metió la cinta mientras todos se sentaban en círculo
alrededor y dio al play.
—¡Cerrad los ojos! —gritó su hermano, y se hizo el silencio.
Un sonido gutural e incomprensible empezó a escucharse a un volumen mucho más alto del
que todos esperaban. Los más pequeños empezaron a llorar, asustados. Algunos de los más
mayores se reían ocultando el miedo, mientras que otros simplemente gritaban.
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Pero Mila no se movió. Al empezar la grabación, y siguiendo la orden de su hermano, había
cerrado los ojos y había dejado que las puertas de aquel mundo oscuro se abrieran.
Mientras el resto de sus primos reaccionaban de alguna forma, ella escuchaba...
—Shhhhhhhhhhh. ¿Estás ahí? —Era un susurro entrecortado— Shhhhhhhhhh. ¿Estás
preparada?
En ese momento, notó claramente cómo una mano se posaba sobre su hombro. Sintió los
huesos de los cinco dedos... sin un ápice de carne. Quería gritar, abrir los ojos, darse la
vuelta y deshacerse de aquella presencia. Pero recordar la voz de su abuela hizo que no
sucumbiera al terror: "Lucha contra tu instinto".
De repente, todo paró. El sonido de la cinta y los gritos de todos. Se produjo un silencio
absoluto y Mila percibió que ya no había nada detrás de ella. Al abrir los ojos supo que algo
no iba bien: todos en el círculo permanecían extrañamente quietos y con los ojos en blanco.
Todos menos su hermano, que la miraba aterrorizado con la certeza de que aquel consejo
de Luna los había salvado... sólo a ellos dos.