He de confesarlo. Cada miserable noche de mi vida recuerdo los horrores que me aquejaron esa madrugada. Peco de ingenuo al pensar que alguien podría creerme. Con desespero escribo estas líneas, temo no tener demasiado tiempo, puedo escuchar ese golpeteo incesante que está alimentándose de mi escasa cordura.
El invierno carecía de piedad alguna. La oscuridad prevalecía, sin embargo, yo yacía impaciente, atento al pasar de las horas, mi trabajo como guardia de seguridad en el almacén era monótono y desesperante. La soledad y el silencio se alimentan de tu alma con lentitud, la mía, sin embargo, fue engullida sin miramientos.
Noté una silueta acercándose, yo me encontraba en la entrada de aquel lúgubre lugar, el desconcierto tomó control de mí al percatarme que se trataba de una chica, se aproximaba lentamente, impasible frente a la helada brisa que soplaba con fuerza. La extrañeza y las dudas me invadieron cuando, a un par de metros, se detuvo en seco. Le miré, más con sorpresa que con recelo, pues no acostumbraba lidiar con personas por aquel lejano y aislado lugar ¡Menos en invierno y de madrugada!
Inexorablemente cedí ante lo que cualquiera habría cedido.
¿Quién eres? –Dubitativo, me cuestioné.
Me observó, y avanzó un poco más. Sentí por primera vez aquellos golpes que hasta el día de hoy me atormentan, mi corazón latiendo despavorido. Su rostro quedó enmarcado eternamente en mi memoria, había algo en él, y a la vez, no había nada ¡Simplemente algo estaba muy mal!
Jamás había sentido tal pavor como el que evocó esa cosa en mí. Quedé paralizado e incapaz de reaccionar mientras un escalofrío me recorrió entero. Ella se quedó inmóvil durante inacabables segundos en los que me desmoroné desde dentro por una inexplicable sensación de perturbación. Quería girarme, quería correr, quería gritar, pero no me atreví.
Ella saltó sobre mí y clavó furiosa sus uñas en mi carne. Perdido entre el miedo y el desespero me defendí como pude hasta soltarme. Tan pronto volví a la realidad, me quedé sin aire al ver que estaba en absoluta soledad. No había nadie más.
Me marché entre temblores. Fui despedido del almacén, las cámaras de seguridad jamás mostraron a nadie más que yo en esa madrugada.
Tengo mucho miedo. ¡Hace mucho tiempo me arrepentí! Fue un accidente, jamás quise asesinarla, ahora no paro de ver ese rostro, está… Cada vez más cerca. Cuando escuchas tu pecho latir ¡Ella está muy cerca!