No sé cómo has llegado hasta mí, pero necesito que me hagas un favor: sigue leyendo hasta el final. Te pediré que hagas algunas cosas, aunque poco importa, ya estoy aquí, a tu lado.
Antes me llamaban José, antes de que me ejecutaran. Fue hace muchos años, no había ninguna de las comodidades de las que tienes ahora; y mucho menos uno de estos ordenadores, pero me servirá para llegar. En la época en la que nací se pasaba mucha hambre y yo no era especialmente listo. Además, mi familia no pudo facilitarme unos estudios. Con 16 años empecé a moverme en ambientes turbios y con 18 me enteré de que la grasa se pagaba bien, la grasa humana. No quiero extenderme mucho porque no necesito que leas tanto, tu lectura va alimentándome. Ya consigo leer a la vez que tú, tengo la barbilla apoyada sobre tu hombro izquierdo, mira. ¿Has notado un escalofrío en tu oreja izquierda? Es mi mano. Voy tomando cuerpo. Te dije que ya no podías hacer nada.
Como te iba diciendo, la grasa humana se pagaba bien y la más fácil de conseguir era la de los niños. Hice mucho daño y el mal siempre vuelve. Quiero volver. Ya casi está.
Esta carta está firmada, mira mi nombre atentamente y cuenta hasta diez. Si no lo has hecho ya, no estás a tiempo, será peor para ti. Te he hablado un poco de mí para distraerte, sólo necesitaba tu atención durante 30 segundos y ya lo he conseguido. No te des la vuelta, es una reacción muy común. Estoy aquí pero no puedes verme.
Una cosa más: levántate y mírate al espejo.