"Aquella esquelética, horrible y siniestra cosa, fue formándose de entre las oscuras sombras. Sigilosamente, en cada movimiento evitaba la tenue luz de la vela, que agonizaba incrustada en un viejo candelabro, ahí, yacía sobre el mesón la flor marchita. Con macabra agilidad, aquella extraña cosa avanzaba a grandes pasos. Al unísono, un compás siniestro hizo gemir las paredes, los techos se cimbraron en un estruendo estremecedor hasta retorcer los suelos y el denso ambiente, se convirtió en un silencio ensordecedor, ni el susurro del viento se atrevía a asomarse.
Mi corazón, se detuvo en un momento, mientras mi respiración se ausentaba. Sentí entonces, como unas raquíticas manos envolvían mi delgado cuello, ahogaban mis gritos en un alarido mudo que mi mirada expresaba.
Ni un quejido, ni un lamento, salió de la habitación, el crujir de la viga del techo de la vieja casa, estremeció la noche en un eco seco y abrumador.
La ventana contra el suelo en mil pedazos estalló, sombras, se esparcieron por todas partes! las grietas arrugaron los cristales del espejo, deformando el reflejo de mi delgada figura que, frágil pendía de aquella robusta soga.
Los últimos espasmos de mi débil cuerpo, no eran más que vestigios de vida, esa, que se apagaba en lo más profundo de la mirada, ahí donde habita el alma. Despacio y sin prisa, lentamente, aquella cosa sin forma se posó frente a mí, sonreía.
Con una sonrisa plácida, casi compasiva, clavó sus ojos siniestros rasgando mi moribunda mirada, entonces, hurgo en ella, como aquel que atesora encontrar algo magnífico, como el sediento que ansía el agua, como el depredador que ansía a su presa. Podía oír, su agitado y crepitante corazón latir con fuerza, con tanta fuerza que, retumbaba. Mientras yo, sentía el mío apagarse, así como se extinguía la vela en el mesón. Oía!, aún podía escuchar su respiración mientras me asfixiaba y mi cuerpo se retorcía al ritmo de la llama de la vela.
Una vez más, el rayo de luna que intrépido cruzaba el ventanal, me dejo ver, delgada y pálida pendiendo de la vida en un hilo. Enmarcando a mi pobre humanidad, reflejada en los fragmentos del maltrecho espejo, inerte colgaban mis miserias ... Y fue así, como de forma silente, me convertí en esta inmensa nada, horrible y etérea que, habita en todas las cosas muertas, observando a todo lo que está vivo."