Había escuchado muchas historias acerca de este bosque, las muertes eran absurdas y debía existir alguna razón lógica para estos sucesos. Como periodista tenía un compromiso, la historia me la habían dado a mí. Alex, mi camarógrafo me acompañaba. Jugaba con el hecho que algún fantasma nos iba a aparecer, no creía en ello, pero debía admitir que este bosque ponía los vellos de punta a cualquiera. Era el silencio, lo oscuro, la neblina y aquel aspecto terrorífico que aparentaba. Una cabaña, era la que nos había dado la compañía, al entrar el polvo nos inundó. Tosí y Alex empezó a quitar las telarañas que había a nuestro paso. Traté de buscar el interruptor que daba a las luces, encendí la luz de mi teléfono y pude ver algo pasar de un lugar a otro, me quedé paralizada por cuestión de segundos y luego negué con la cabeza. Todo esto era producto de mi imaginación. Logré encender las luces y vimos algunas fotografías de una pareja de ancianos, seguramente eran los que vivían en este lugar años atrás. Según las historias nunca se les halló, algunos piensan que están muertos igual que el resto que pisa este lugar. Alex empezó a grabar la cabaña, mientras bromeaba diciendo que él no volvería a desear vivir alejado de la ciudad. Saqué mi computadora y empecé a relatar mi experiencia hasta este punto. Las horas pasaron y la noche se asomó, el frío de la cabaña empezaba a hacer efecto, Alex salió por algo de leña. Escuché el aullido de un lobo, lo que hizo que me abrazara a mí misma. Tomé mi teléfono queriendo contactar con alguien de mi casa, pero como era de suponer, no había señal. Maldije. Escuché como la madera del piso sonaba detrás de mí, giré rápidamente, pero no vi a nadie. Me asomé a la ventana, pero tampoco veía a Alex. Mierda. Una risa desenfrenada en la cocina me hizo detenerme. Mi corazón empezaba a latir a mil. Alguien me agarró el hombro y grité, la risa de Alex me hizo querer matarlo, pero algo no estaba bien, Alex estaba detrás de mí y la risa anterior venía de la cocina. Miré a Alex asustada. – hay alguien en la cocina – le avisé. Alex al verme así dejó la leña a un lado, agarró su cámara y se dirigió a la cocina, no sabía si ir con él o quedarme en la sala, opté por quedarme en el mismo lugar, lo vi desaparecer de la sala, el silencio se hizo grande, la cabeza de Alex cayó en la sala, grité y corrí fuera de la cabaña, pero alguien afuera me esperaba, tapó mi boca y me llevó a un sótano, vi las cabezas de todos los desaparecidos, no eran fantasmas, eran personas. Estaban los ancianos de la foto y dos hombres que se parecían mucho a ellos, era mi fin, la sonrisa de la anciana con el cuchillo en mano me lo hizo saber.