Fue el primer caso que tomó la detective. Se había suicidado la esposa de un señor
principal en extrañas y sospechosas condiciones.
La señora había tomado una gran cantidad de pastillas... No había heridas, ni
lastimaduras en su cuerpo, ni nada que pareciera indicar alguna escena violenta
anterior a su deceso.
Fue a la última escena de su vida, y revisó cada detalle del dormitorio de la
hermosa finca. Estaba todo brillante, tanto la transparente blancura del baño en suite,
como los pisos, las sábanas, las mantas, la lujosa cómoda con espejo gigante, ante el
cual se habrían deleitado los esposos amantes. Se sentó en un borde de la cama y vio
la espejada imagen de sus caras, y la angustia de la joven esposa en aterrador dolor de
ojos de almendra, ante la felicidad del señor y otra presencia ominosa de color gris
verdoso observándolos. La detective sintió un mudo escalofrío al contemplar la
visión.
- Disculpe, ... ¿ustedes se casaron muy jóvenes? - dijo evaluando su rostro de
ladrón.
- Sí... bueno, en realidad la joven era ella, porque yo le llevaba 19 años, yo ya
contaba con 40 años cuando nos casamos.
- Perdón... ¿usted era su primera relación?
- Sí, fui su primera relación. Ella había sido mi secretaria, pero enseguida del
casamiento dejó de trabajar...
- Entiendo su felicidad, pero... disculpe... pero ¿ella era feliz?
- ¡Sí! Sí, por supuesto, imagínese ¿quién que salta de la clase media a la alta, no
sería feliz?
- Pero...veo por su actitud que algo le preocupaba a ella...
- Sí, la verdad...es...- dijo,dubitando.
Parecía tener una culpa, una antigua culpa guardada en algún rincón de su mente,
como alguien que ha escondido el cadáver en el armario, como se suele decir.
- Usted me llamó, soy detective, es mi obligación preguntarle, por favor, coopere,
sino yo no puedo....
- El tema era el de los hijos. Yo no pude dárselos y a ella la angustiaba, ella
quería tener hijos, era su ideal...Ella tenía una idea fija sobre un ser gris verdoso que
le impedía tener hijos. Ella decía que lo veía precisamente dentro del espejo. Fue
entonces que empezó con el psicólogo y le recetó esas pastillas, que finalmente la
llevaron a la muerte.
- Comprendo... - manifestó pensando que en el fondo el tipo era muy machista, y
no había entendido nunca a su mujer.
Miró hacia la almohada derecha y vio una parte de la funda rosada sobresalida del
cubrecamas, y le preguntó que si el derecho era el lado de ella. Súbitamente recordó el
cuento de Quiroga, y enseguida le pidió si podría abrirla, para ver lo que tenía
adentro.
Asintió extrañado y la detective sacó la funda y con una tijera rompió la
almohada de poliéster... allí había un aparatito pequeño, que funcionaba con una
pequeña pila cilíndrica, como el que tienen las tarjetas de cumpleaños. Al mover
levemente la almohada, repetía la consigna: suicídate.