- Fuera de carta tenemos jambalaya estilo antípoda.
El restaurante era acogedor y la decoración transportaba a Nueva Orleans. Collares,
máscaras, fotografías, imaginería vudú… Sonaba una canción de Louis Armstrong.
- ¿Qué es el estilo antípoda? – preguntó Verónica.
- Es magia, puede cambiarte sensorialmente con tu antípoda.
- ¿La persona que vive en el punto terrestre opuesto al tuyo? – dijo Patricia tras una
risotada.
Verónica apostó por la jambalaya, pero Irene y Patricia compartieron gumbo y tomates
verdes fritos.
Por la noche, Verónica escuchó cristales rompiéndose contra el suelo. Encendió la luz.
No pasaba nada. De pronto sintió punzadas en el estómago. Pensó que eran
retortijones, una gastritis. Pasaron a los muslos, al pecho. Perdió la noción del tiempo.
Cuando fue al baño y se vio en el espejo no pudo reprimir un grito. Estaba amoratada y
tenía un labio roto. Cogió su teléfono y llamó a Irene:
- Ven cuanto antes a mi casa, por favor.
Irene no estaba acostumbrada a que la llamaran de madrugada con mensajes tan
enigmáticos y preocupantes, de modo que saltó de la cama y se puso lo primero que
vio tirado sobre la silla del dormitorio. Pidió un taxi y avisó a Patricia por Whatsapp. Al
llegar vio a una mujer golpeada sin piedad. Patricia llegó en seguida.
- ¿Quién te ha hecho esto?
- No lo sé. Nadie. ¿Una gastritis?
Irene y Patricia se miraron. En el hospital tampoco la creyeron. Ni los policías.
- Sin denuncia no podemos hacer nada. ¿Saben de algún novio, exnovio que…?
- Rodrigo está en Nueva Zelanda estudiando un Máster en Veterinaria– dijo Irene.
- ¿Rodrigo?
- Su novio – aclaró Patricia.
- ¿Nueva Zelanda? Se ha escapado a las antípodas de la novia – anotó el agente en una
broma de mal gusto.
Días después, Verónica volvió a escuchar ruidos de cristales. Empezó a temblar. Algo,
no supo qué, le golpeó un ojo. No podía respirar. Le quemaba la cabeza y, al tocarse,
se quedó con un mechón de pelo entre los dedos. No podía dejar de llorar. Le
bloqueaba el pánico. Algo le estaba golpeando con furia, pero estaba sola. Quiso
levantarse, pero una fuerza la tiró contra el suelo. Gritó. Sintió algo frío en el cuello,
acercó la mano y no pudo notar nada, pero empezaron a sangrarle los dedos. ¡Se había
cortado! Era de locos. Estaba sola en casa… ¿Quién la estaba golpeando? De pronto,
un dolor intenso en la vagina. ¡La estaban violando! Lloraba, intentó levantarse, pero
el filo metálico le aprisionó más el cuello. Sintió un golpe brutal en la cabeza. No volvió
a levantarse.
Los médicos diagnosticaron que había entrado en coma por la dureza de la agresión.
No despertó nunca.
Nadie comprobó que, en la antípoda de Madrid, una localidad neozelandesa llamada
Castlepoint, una mujer de su misma edad había muerto horas antes. “Aparece una
mujer violada y brutalmente asesinada”, recogió después algún medio local. Otra
víctima más. ¿Quién iba a conectar este caso con una jambalaya estilo antípoda?