INVENTAR UN MONSTRUO Poe
Aprovechando que sus padres se habían ausentado de casa por unas horas, invitó a su mejor amigo a subir al desván. A la escasa luz de la bombilla que colgaba de la viga central, los dos chicos empezaron a contarse historias de miedo, cada cual más terrorífica. Cuando se cansaron de asustarse mutuamente, el chico de la casa propuso inventar entre los dos un monstruo, idea que al momento fue aceptada por su amigo. Y empezaron enumerando sus deformidades, para acabar definiéndolo como un animal con forma de hombre o un hombre con forma de animal. No contentos con ello, pasaron a identificarlo con una nube que se arrastra por el suelo o un líquido pegajoso que se agarra a las paredes y a cuanto le sale al paso…
“Sí”, asentía uno, “pero con ojos como carbones encendidos”
“Claro”, decía el otro, “y con varios brazos y piernas…”
“Y varias cabezas.”
“Y habla con voz ronca, arrastrando las palabras…”
“Y en varios idiomas…”
“Y en varios tonos y diversas voces de mujer, de hombre, de anciano y hasta de niño…”
“Ahora nos falta enumerar acciones para meter miedo de verdad.”
A todo esto, se había hecho de noche y el viento aullaba en las rendijas y los rincones del desván y la lluvia sonaba como pasos de seres infernales. De pronto el chico de la casa giró la cabeza hacia un lugar oscuro.
“El monstruo nos mira a través del ojo de la cerradura”, dijo.
El otro le siguió la corriente:
“Sí, dispuesto a venir hasta aquí sin que lo veamos para apretarnos las gargantas hasta quitarnos la respiración…”
“Y si no es ahora lo hará cuando vayamos a bajar las escaleras…”
“Y nos empujará para caer rodando por ellas…”
“Nos puede hacer todo el mal que existe en el mundo”, resumió el chico de la casa. “Incluso, esperarnos ahí abajo, tras la puerta, en las sombras del pasillo donde deja la bici mi padre…”
“Claro, y entonces vendrá arrastrándose como una nube para envolvernos con su aliento mortal y…”
Y dando un respingo exclamó con la cara contraída por el terror:
“¡Basta! ¡Quiero deshacerme del monstruo!”
“¡Ya no se puede!. Una vez inventado, debemos sufrir las consecuencias.”
“Vale”, dijo el otro visiblemente afectado. “Entonces saldré corriendo. Al menos me salvaré de ser asfixiado.”
“De nada te servirá. La nube tóxica se propaga rápidamente y no te dará tiempo a llegar al final del pasillo.”
El amigo se echó a llorar. Entonces el chico de la casa, compadecido de él, le dijo:
“Sólo hay un medio de deshacerse del monstruo.”
“¿Cuál?”, preguntó el otro agarrándole por el brazo.
“¡Despertando!”
Y dicho y hecho. El chico de la casa abrió los ojos. Estaba en la cama de su habitación, empapado de sudor, y encendió la luz mientras exclamaba:
“¡Monstruo, te he vencido otra vez! Pero ¿hasta cuándo podré seguir así?”