Nunca he entendido por qué estoy aquí. No puedo comprender cómo llegué, ni tampoco cómo me iré. Mi existencia, igual que la de todos los que poblamos la tierra, es absurda e ininteligible. Nacemos y morimos; morimos y nacemos. Ciclos repetidos una y otra vez, sin dirección aparente. La idea de progreso, la de causa y efecto, la de comienzo y fin son absolutas mentiras, ilusiones creadas por el ser humano para tratar de explicar lo que nunca será capaz de digerir. Eso es: la existencia es una mala digestión, es un nido de arañas en el estómago, un intestino repleto de culebras, un esófago de gusanos hacinado.
Homo homini lupus, Hobbes se dio cuenta hace siglos: el hombre es lobo para el hombre. La mala digestión de la vida se convierte en algo atroz por la naturaleza intrínseca del humano. El vómito sobre el otro, el desmembramiento de sus partes sin piedad, el emborracharse con la sangre del pusilánime, el violar su voluntad hasta la extenuación, el aplastar descabelladamente su sien, el persuadir para torturar, el convencer de que lo terrible y atroz es lo correcto e incluso, lo sagrado. Repugnancia, náusea: este es el inexorable destino de la persona con otros y para sí. Este es nuestro relato de terror cuyos límites trazan nuestras mugrientas manos, manchadas de culpa, sin saber hasta dónde llegaremos.
Esta incertidumbre devora nuestras entrañas y por eso devoramos las de los demás. Tratamos de regenerarnos pero no logramos más que la destrucción incesante. El tiempo nos corroe segundo a segundo, descompone la piel interna y externa: la cuartea, la derrite, la sangra.
No conocemos nuestro reflejo, no conocemos lo que oculta nuestro reflejo. Lo que vemos es la nada, el vacío, lo repulsivo. Las sombras son perpetuas, las tinieblas nos recuerdan que la luz nunca existió. La oscuridad y el llanto son las únicas verdades del ser que todo lo aniquila: el hombre.
A cada momento lo que era incertidumbre se vuelve pánico, angustia, dolor, paranoia, muerte: ¿por qué estamos aquí?, ¿por qué hemos venido si no significamos más que algo horrible y absurdo?
Mientras, estos pensamientos se convierten en un ruido tan insoportable e intenso como un panal de avispas pegado al oído. Mientras, nos aturdimos sin remedio. Mientras, el sudor nos inunda y ahoga. Mientras, el pus corre por las venas, infecta el alma, palidece lo que fue un espejismo de esplendor.
Desearía no haber llegado a lo recóndito del ser humano. Desearía no haber contemplado el vértigo y el miedo de lo incomprensible. Desearía no percatarme de lo inútil, espasmódico y grotesco que es el paso por la vida. Desearía, al mismo tiempo, acabar con esta incertidumbre, con la tortura de la existencia, con el terror hastiado. Desearía acabar con el asco que me produce mi ser, con el vómito que enjaula cada instante de vida que encierra mi cuerpo. Desearía hacinarme con los gusanos para narrarles el miedo y el odio que significó ser un humano.