Sí, le había mirado de nuevo, y esta vez ella le había obsequiado con una sonrisa.
En esta ocasión sus miradas coincidieron unos segundos más, tiempo suficiente para que ese gesto le obligara a disipar toda duda sobre lo que llevaba ocurriendo desde hacía ya cerca de un año en aquel restaurante de Madrid tan especial para él, Lamucca.
El sutil baile de labios que le había regalado Claire era una señal, estaba convencido,una confirmación para que siguiera el camino hasta llegar a ella. Y eso es lo que iba a hacer.
Hielo y fuego se enfrentaban ahora por ser huéspedes del alma y del cuerpo de Jon. Un frío intenso le recorrió la espalda dejándolo prácticamente inmóvil. Notó seguidamente el calor abrasante de la adrenalina por sus venas y como la saliva rebosaba por las comisuras de su boca.
Sus ojos se clavaron esta vez en Claire. Por un instante se imaginó la escena maravillosa que iba a preceder.
Palpó su bolsillo y sí, efectivamente, ahí estaban las bridas y el cuchillo. Podría realizar por fin su obra en esa piel tan auténtica, tan pura. Los ojos de ella se lo habían pedido y él iba a complacerla.
Claire llevaba observando a su presa muchos meses.
Ese restaurante le encantaba. Lamucca de Fuencarral había sido el escenario de los momentos más memorables de su vida: la celebración de su graduación como Psicóloga Criminal, aniversario de sus padres,.., y ahora ese restaurante le había dado la oportunidad de encontrar a la víctima perfecta para poder satisfacer sus ansias de matar.
Claire notó como Jon clavaba sus ojos en ella y le sonrió.
Tantos años de investigación criminal le habían proporcionado valiosos conocimientos sobre múltiples perfiles psicópatas y sabía reconocer perfectamente los rasgos que caracterizaban a los sujetos. Jon era uno de ellos. Su presa era un asesino.
Era una profesional reconocida en su sector. La experiencia la avalaba. Si bien la mente psicópata de Claire había tenido todo el mérito en su carrera. Era la mejor en la caza porque era una asesina nata.
En muchas ocasiones durante estos meses había recreado cómo sería la muerte de Jon. El dilema mental era grande porque la ocasión lo merecía. Era la primera vez que iba a matar a un psicópata.
Arrancaría sus ojos, por supuesto, pero más tarde. Quería que Jon la observara en su ejecución magistral.
Ella era una artista de la muerte y sólo le tenía a él como espectador, así que la escena se alargaría.
Mientras pensaba en el decorado de su actuación Claire pagó la cuenta y se despidió del personal del restaurante agradeciéndoles una vez más su impecable atención.
Sabía que Jon la estaría esperando fuera y caminó altiva hacia la puerta ajustándose el sujetador para que su pecho se alzara en la medida justa.
Jon esperaba feliz abrazado al frío de la noche a que saliera Claire. Hoy era su día de suerte.