Entre luces y sombras mi equilibrio tambaleaba.
El hipnótico sonido del parabrisas de un lado hacia otro y un cosquilleo en las manos me decía que era hora de parar.
Cruzando una valla de metal vieja y oxidada llegué a ese edificio lúgubre con apariencia de abandono, la noche y mi cobardía no acompañaba la escena, pero no tenía otra opción.
Después de coger la llave de la habitación ochenta y siete y recorrer largos y oscuros pasillos abrí la puerta.
Me acosté sobre la cama, o eso creía.
Lo último que vieron mis ojos antes de cerrarlos por completo fue el reloj marcando 02:17 de la madrugada.
Sentí una mano fría con largas uñas tapándome la boca, intentando acallar mis gritos mientras algo me apuñalaba.
Me desperté aliviada al ver que era sólo una pesadilla. El reloj marcaba 02:16 cuando el armario que tenía justo enfrente comenzó a abrirse.
Una silueta salía de él, se arrastraba, agonizaba, intenté levantarme de la cama pero algo me agarró.
En ese instante la luz se encendió, no había nada, salí corriendo y me desplomé.
Cuando abrí los ojos estaba desnuda sobre una mesa de metal fría rodeada de extraños.
Después de luchar desesperadamente para dar indicios de vida, lo que parecía una enfermera vio el brillo en mis ojos, todo acabaría ahí, o eso creía antes de que ella pronunciara “todo listo para la extracción de órganos doctor, proceda con la primera incisión..”