Un anciano camina por una oscura y pedregosa calle cabizbajo y encorvado, su rostro
pálido y arrugado muestra el transcurro del tiempo vivido.
A cada pequeño paso que el anciano da las farolas que iluminan la calle comienzan
poco a poco a parpadear y en lo alto de una un siniestro pájaro grazna a la noche oscura.
El anciano que apoya todo su peso sobre un bastón de madera reclina la cabeza con
esmero para observar el canturreo de aquel pájaro siniestro.
Cuando consigue ver la farola que se encontraba sobre él, esta parpadea y finalmente
termina por apagarse, y el pájaro bate sus alas para emprender el vuelo, el anciano que
con esmero quiso ver no pudo más que escuchar el simple sonido de un oscuro aleteo.
La noche se cierne sobre el anciano que a oscuras camina lentamente y con cuidado por
la pedregosa calle, el tiempo está cambiando y un primer copo de nieve cae sobre la
cabellera del anciano que detiene sus pasos y estira su brazo para dejar que los copos
caigan sobre la palma de su mano y este reflexiona al respecto:
– Vida vivida que me has dado desgracias y alegrías, que has compartido conmigo el
tiempo y me has hecho cada año más viejo y sabio, que me has arrebatado lo que más
quería y me has proporcionado lo que más temía, espero bajo esta oscura noche nevada
tu daga clavarse en mi pecho para dejar que este viejo emprenda su vuelo.
Los copos de nieve que en su mano caían, al tocarla desaparecían dejando solo agua y
nada más.
El anciano respira profundamente impregnando sus pulmones con los aromas y matices
de la noche y de nuevo el graznido de aquel siniestro pájaro se vuelve a escuchar.
El anciano se gira para ver donde está y ante su atenta mirada de la noche oscura nace
una luz blanca, la observa detenidamente desde la acera de enfrente y camina hacia ella
cautelosamente.
Paso a paso la luz que golpea en el rostro pálido del anciano comienza a desvanecerse y
ante él se presenta un lugar abierto similar a una antigua librería y el anciano observa
tras el cristal de la entrada entre el letrero en el que se escribe abierto a una mujer de
buen porte elegante y con chistera que lee en una mesa un viejo manuscrito.
El anciano decidido entra en aquel lugar haciendo que las campanas que se colocan
sobre la puerta tintineen anunciando su llegada y la mujer no aparta la mirada de su
viejo manuscrito.
El anciano observa detenidamente todo a su alrededor mientras camina hacía el lugar
donde se encuentra la mujer y sin pedirle permiso se sienta frente a ella, el silencio se
apodera de aquel momento mientras el anciano observa tras la ventana su cuerpo
arropado por la noche y sepultado por la nieve y al mirar al frente la mujer de buen
porte elegante y con chistera grazna a la noche oscura.