Resulta increíble como a pesar de disfrutar de las últimas tecnologías la humanidad se tambalea de forma terrible cada vez que algo desconocido que acecha en la oscuridad surge de forma repentina. La seguridad desaparece dando paso al desconcierto y al horror.
Gente corriendo, huyendo en masa de sus hogares, de la comodidad de sus casas y la rutina aburrida de cada día. Desaparece el civismo y las normas morales, tan frágiles y carentes de sentido ante el fin del mundo como lo conocemos. Perdemos la cabeza y la razón se esfuma en post de una violencia en la que sólo los más fuertes sobreviven.
Es lo malo de que empiece el fin del mundo. La humanidad muestra su verdadero rostro. Caníbal con ella misma. Buscando su autodestrucción. Desaparecen religiones, creencias y mitos. Todo lo que conoces se esfuma.
Las calles son un caos. Explosiones, asesinatos y muertes. La Guadaña no hace distinciones. Niños, adultos, ancianos. El dinero deja de servir y se convierte en puro papel mojado. Los ricos se juntan con los pobres buscando que la terrible mano de la destrucción no les toque a ellos.
Pero aún hay gente que cree en la humanidad y se sacrifican por el bien de los demás. ¡Pobres ilusos! Su sacrificio, detendrá el avance de la Marea, pero sólo por un instante. El héroe altruista pronto se olvida de su entrega cuando pasa a formar parte de ese lento avance del Fin.
Voy por las calles. Mis ojos se fijan en la desesperación y frustración. A pesar de la situación terrorífica mi paso es lento y tranquilo, incluso a veces tambaleante. Es curioso, todos corriendo, aferrados a sus cosas, pensando que eso les salvará y yo tan feliz sin nada que me até. Más gente a mi lado. Formando un inmenso rebaño. Todos a un mismo paso, todos decididos.
Ofrecemos esa perfección que busca la humanidad. Pelear por un bien común. Su exterminio. Y hacemos bien nuestro trabajo.
Porque, lamentablemente, formo parte de esa oscuridad que lentamente somete al ser racional. Me alimento de ellos y hago que más hombres y mujeres formen parte de el avance. Mi rostro desfigurado muestra una sonrisa atroz y asquerosa. Me cuelgan jirones de sangre por el rostro e incluso me falta un brazo.
Mi objetivo es una niña. Junto a mi otros han encontrado interés en conocer el sabor de la jugosa carne adolescente de la joven, que huye gritando. Sorprendentemente sin soltar su móvil. Aferrada a un pasado que pronto desaparecerá.
Sonrio cuando la niña se tuerce el tobillo y cae de cabeza al suelo. Me adelanto al resto. Mi primer bocado. Apetecible, tierna. Noto como la boca se me hace agua. Aterrada la niña se da la vuelta. Aterrada me tira su móvil. Aterrada se arrastra buscando su salvación mientras me acerco a ella sonriéndola como un tonto.
Y cuando la muerdo, pienso que es uno de los bocados más tiernos que he probado. Ella grita y muere. Sólo por un rato…