Juan sin miedo. Si los que así le apodaban pudieran verle ahora…
Seis horas antes:
-Juan, vamos a la vieja casa a contar historias de terror. ¿Te vienes?-. Era el único lugar del mundo al que no le gustaba ir, pero era Juan sin miedo y su reputación podía verse comprometida. “-laro tíos, acabo de merendar y me acerco-. El bocadillo se le hacía bola, tenía una sensación muy extraña…
El presente:
“No creo que esto sea una broma, esto es cierto”. De la vieja casa se contaban todo tipo de cuentos. Que si estaba sobre un cementerio indio, que si lo usaron aquelarres de brujas para sus ritos satánicos... Lo típico de una casa antigua y abandonada. “Pero, ¿Y si es cierto?” Lo único que sabía Juan era que algo le sujetaba la pierna. En un principio le había hecho tropezar, perdiendo el móvil que usaba como linterna. Lo primero que pensó fue en sus amigos, que tal vez le gastaban una broma. -¡Muy graciosos! Me parto con vosotros-. Pero nadie había contestado a su demanda, y aquello que le agarraba no se movía, ningún humano podía quedarse tanto tiempo quieto, estaba claro que no era la mano de uno de sus amigos. Según pasaba el tiempo se iba poniendo más nervioso. Nadie contestaba a sus gritos, la broma era ya demasiado pesada para ser real. Intentó ver qué era aquello que le agarraba, pero su pierna estaba sumida en la oscuridad. Intentó zafarse y solo consiguió que aquello le apretase más fuerte de la pierna. El pánico empezaba a apoderarse de él. “Tranquilo, esta casa no está encantada, son solo cuentos para asustar a los niños”. Pero… ¿Y si sí? Tantas veces había contado la historia de una vieja bruja a la que traicionaron en la vieja casa y que buscaba incautos para apropiarse de sus almas. Acercó las manos para librarse de lo que le apresaba. Pero enseguida las apartó. Aquello era correoso y viejo. “Son las manos de la vieja, no, no, no, por dios no”. Juan gritaba, se revolvía, lloraba. Pero la bruja no soltaba su presa, le apretaba más y más el tobillo.
Tres días después:
-¿Alguien sabe algo de Juan?-. Todos se miraron y se encogieron de hombros. -Desde que le enviamos el mensaje de que al final no íbamos a la casa vieja ni ha contestado al móvil ni al telefonillo ni nada. Como sus padres están de viaje, hasta que no quiera aparecer no lo hará-. Un grupo a lo lejos comentaban el cotilleo más fresco: -¿Has oído? Dicen que murió de miedo, que su cara estaba desencajada, pálido como la misma muerte. Y solo tenía un cinturón muy viejo enrollado en la espinilla… Otra historia más para la vieja casa…- Los amigos se miraron, no sería ese cuerpo el de….