No sé de dónde ni cuándo. Siempre está oscuro. No recuerdo. Sólo vengo cuando me llamas.
Las respuestas se sucedían una tras otra. Era un juego y parecía que uno de los jugadores no quería parar de jugar.
Una vez por semana nos reuníamos en un viejo caserón perdido en mitad de la nada. Llegábamos andando desde la estación y el camino lo conocíamos incluso en una negra noche como aquella.
Cada viernes bien entrada la noche acudíamos a nuestra cita. Aquella noche era especial porque coincidía con el cumpleaños de nuestra invitada. Era una de las personas más horribles que existían en nuestro lado del mundo. Sólo queríamos darle la lección de su vida.
La casa estaba extremadamente fría. Olía a humedad. Nuestras pisadas eran pequeños ecos que sonaban como truenos en aquel silencio. No necesitábamos luz para ver.
Al sacar la tabla nuestra invitada reía como si todo fuera el decorado de una mala película de terror donde ella era la protagonista.
Las preguntas empezaron y las respuestas no tardaron. Nuestra invitada cada vez era más valiente, más insolente y cruel.
El juego se volvió en una partida entre dos, nuestra invitada y nuestra rápida jugadora. Se convirtió en una apuesta de vida, la tuya por la mía.
No oímos nada. Despertamos en el suelo al lado de la puerta del caserón. El sol ya estaba saliendo y el canto de los pájaros nos decía que el nuevo día estaba aquí.
Nuestra invitada no estaba con nosotros. La casa tenía un aspecto muy especial a la luz del día. Gris y triste pero fuerte y orgullosa como un día debió de ser. Volvimos a buscarla. Fue inútil.
Cuando crees no necesitas pruebas pero el que no cree las pruebas tampoco las necesita. Nuestra cruel invitada estaba condenada.
Pasó una semana y otra. Nuestras visitas al caserón habían sido prohibidas.
Al mes de nuestra fallida visita apareció una noticia en el diario local. Una muchacha desaparecida hacia tres años fue localizada en las cercanías de un viejo caserón.
No recordaba nada. Siempre estaba oscuro. No sabía ni dónde ni cuándo.
La vida se volvió apacible y tranquila para esa muchacha que el día de su cumpleaños desapareció. La más cruel de las personas que existían en este lado del mundo le quiso dar el susto más grande de su vida. Y lo fue. No recordaba nada. Oscuridad. Volvió.
Y nuestra cruel invitada… oye pequeños ecos de pisadas, risas de gente infeliz y gritos de dolor…. Su propia risa cruel… viendo llorar una muchacha que veía caras en las sombras y oía voces desesperadas de dolor. Una muchacha cuyo sufrimiento por un momento le pareció eterno.
El mismo día de cada año visita el caserón para recordar la lección que debió aprender en este lado del mundo.
Al renacer no volvieron los miedos. Volvió la luz y el recuerdo de una casa. De la verdad y la justicia. Del bien y del mal. De un juego de preguntas y respuestas y de una promesa por cumplir.