Hoy como cualquier mañana desperté y bajé las escaleras de mi edificio, en una tonalidad normal y despreocupada sin mucho que hacer por la vida. Caminé por las oscuras callejuelas de mi barrio de aspectos mugrientos y asquerosos donde solo quedaban vestigios de las jergas de la noche anterior. Siento que estoy en un laberinto sin salida, solo oscuridad y calles claustrofóbicas a mí alrededor.
De pronto siento que alguien me observa, no presto mucha atención y sigo avanzando por las calles góticas que cada vez se hacen más oscuras y tenebrosas. Me vi tan distraída que me perdí en la oscuridad, en un momento ya no divisé nada más, solo oscuridad a mi alrededor, en arrebatos de histeria y desesperación solté mis cosas y solo me vi dando tumbos en la oscuridad.
Finalmente siento que alguien se acerca y con la esperanza vaga de que me ayudará pregunto: ¿Hay alguien ahí? la sombra no responde solo avanza hacia mí tomándome del cuello con fuerza y llevándome hasta la pared gastada del callejón, simplemente no pude hablar no pude gritar no pude hacer nada. La sombra comenzó a olerme y mordisquear mi cuello donde aún se podía escuchar estentóreamente la sangre correr por mis venas como el fino sonido de las cuerdas de un violín.
Aunque hacía frio mi cuerpo estaba más caliente que nunca y para despedir mí día, mi momento, mi todo, solo percibí dientes como agujas en mi cuello y un aliento a nada, no había vida en su cuerpo y tiempo después tampoco hubo vida en el mío. Ahí en ese instante solo me dejó caer sin más y se marchó.