EL SUEÑO DE ZOHAR
Él se encontraba en una aldea de pequeñas casas blancas con tejas rojas. Las calles eran angostas, y en cada esquina había tazas de arcilla llenas de agua. Zohar caminó sigiloso por el pueblo mirando todo a su alrededor. En eso, encontró una plazoleta donde estaban reunidas varias personas, entre la multitud habían unas siete monjas. Una de las religiosas al percatarse la presencia de Zohar, se le acercó y le entregó un collar de oro que tenía un dije de pentagrama con la punta superior hacia arriba.
Él tomó la cadena y la guardó rápidamente en el bolsillo, luego se escabulló entre la gente, no obstante, dio unos pasos hacia atrás, cuando vio que unos hombres pequeños con orejas puntiagudas comenzaron a revisar los bolsillos de las personas. La monja llamó a unos de los tipos, y le ordenó a que atraparan de inmediato a Zohar antes que él huyera. Los sujetos lo agarrón violentamente, extrajeron el collar de su bolsillo derecho, y lo lanzaron a la parte de atrás de una camioneta descapotada.
Cinco horas después llegaron hacia un lugar donde había mucha gente haciendo trabajos de podas de árboles, cortes y desmalezados de monte. Algunas personas llevaban mochilas cargadas de frutas, donde eran obligados con látigos a caminar rápidamente. Zohar fue arrojado a una habitación con otras personas de rostros harapientos y cicatrices en los brazos y piernas.
Al otro día, cuando el alba salió, sacaron a Zohar del cuarto y lo llevaron hacia un patio donde estaban tirados en el piso bastantes pedazos de espejos rotos. Después de haber estado sometido durante todo el día bajo un incandescente sol, un joven delgado le mostró a escondidas un libro con imágenes de mundos antiguos, y le dijo a Zohar que lo ayudara a escribir una novela. En eso, un hombre de orejas puntiagudas los olfateó a la distancia, llegó hacia ellos, y los golpeó con el mango de una pistola; los muchachos cayeron de inmediato al piso.
Cuando intentaron levantarse, se les acercaron varias personas con miradas desorbitadas, tenían la apariencia de zombis, detrás de ellos venían las siete monjas que Zohar había visto en la plaza de aquel pueblo de casas blancas con tejas rojas. Cuando se percató de la presencia de ellas, se levantó rápidamente del piso, corrió un poco, pero fue alcanzado por una de las religiosas que lo sujetaba fuertemente mostrándole unos afilados dientes.