Estábamos en la sala de espera de la UCI, mi padre había tenido un accidente y llevaba 5 días en coma. En cuanto despertó la doctora vino preguntando por mí. Cuando entré lo vi inquieto, sus ojos estaban inyectados en sangre, como fuera de sí. Me acerque a él y lo abrace, pensé que estaba asustado, había sufrido mucho. Cuando nos quedamos a solas, me contó que había visto algo, que en ese hospital pasaban cosas... pero mejor que lo cuente él, el protagonista de esta historia…
Me note raro, me dolía todo el cuerpo, estaba oscuro, la cabeza me dolía demasiado. Fui abriendo los ojos poco a poco y me vi en una cama de hospital, amarrado, enfrente se veía una luz naranja.
Justo en ese instante apareció una doctora bajita y con gafas:
- ¿Cómo te encuentras Manuel? Te has tirado un buen tiempo durmiendo, eh.
- ¿Y mi mujer? ¿Y mis hijas?
- Están fuera, no te preocupes, no se han separado de ti, en cuanto sea la hora de visita las podrás ver.
La doctora se fue, vi una camilla salir de la habitación de al lado y dirigirse a la sala con la luz naranja. Supongo que sería alguna de rayos, curas, o vete a saber...
De repente, escuché un grito, venia de aquella habitación, mire y estaban metiendo al hombre en una especie de cámara, supuse que le estaría haciendo un electro, pero cuando lo sacaron tenia medio cuerpo carbonizado, volvió a gritar de pánico y lo sentaron en una especie de silla con pinchos, al sentarse el hombre gritó de dolor, le pusieron una especie de gorro metálico en la cabeza; empezaron a dar vueltas a lo que tenía detrás, una especie de tuerca, el hombre gritó aún más fuerte. Seguí fijándome, vi como los enfermeros seguían dándole vueltas a aquello, cómo el hombre se estremecía, como seguían y como sangraba su cabeza y de repente… se escuchó un crujido y los sesos le salieron por los ojos.
Grité, llamé a la doctora, pero nadie apareció, vi como lo sacaban de allí en una camilla, goteaba sangre... en aquel momento la doctora vino y me dijo:
- Venga Manuel, ¡tú eres el siguiente!
Grité, intenté deshacerme de los amarres que tenía en las muñecas, llamé a mi hija, ella lo pararía, ella me creería. Me hicieron caso, no sé cómo, pero allí apareció ella.
Cuando nos dejaron solos le conté todo, ella abrió los ojos, y me dijo: “levanta, nos vamos”. Empezó a ayudarme y mientras lo hacía me empezó a contar que ese hombre era el marido de la mujer que estaba con ellas en la sala de espera, no lo dejaban ver desde hacía días por una supuesta infección y ahora le habían dicho que acababa de fallecer y que ellas llevaban días intentando verme en la hora de visita, pero siempre les ponían alguna excusa.
Justo enfrente aparecieron dos celadores, venían hacia mi habitación… venían por mí...yo era el siguiente.