Lo despertó el ruido espantoso del aparato, era un taladro, trrrr…, trrrr…, trrrr…. Carlos golpeó las paredes con tal de advertir al vecino de las molestias ocasionadas, y al instante cesó el ruido. Creyó que del otro lado se había comprendido el reclamo, pero al minuto siguiente se reinició con más fuerza el tormento, era el taladro penetrando más hondo el concreto, haciendo vibrar hasta las patas de la cama de Carlos. Aquel ruido lo perseguía a todas partes, metiéndosele por los oídos, saliéndole por las costillas en forma de un trrrrr..., trrrrr..., insoportable.
A veces comenzaba temprano por la mañana y terminaba muy tarde, en la madrugada, con intervalos muy breves de silencio. Carlos estaba exhausto, irritado por tantas noches ruidosas. Sabía que los vecinos de al lado estaban llevando a cabo un obra, lo que no supo era cuánto tiempo más se demorarían. Entonces recordó el día que llegaron al edificio, con bártulos de mudanza y un enorme taladro. Los dos de luto, padre e hijo. Lo que jamás pensó fue en las molestias de aquel ruidoso aparato.
Pego el oído a la pared, había cesado el bullicio, tal vez concluyó con éxito la perforación, pensó Carlos, pero no tuvo más que ponerse a leer para que el odioso ruido comenzara otra vez. Trrrrr…, trrrrr….. Y aun más alto TRRRR…. TRRRR…Las paredes vibraban, se sacudían los cimientos del edificio, y Carlos llevaba ya cinco noches despierto. Quiso ponerse tapones en los oídos pero fue en vano, aquel ruido vibrante le penetraba los huesos y no lo dejaba tranquilo. Intrigado, inspeccionó justamente la zona de la pared colindante donde eran más perceptibles las vibraciones, en búsca de algún indicio de deterioro. Y fue que dio con un pequeño orificio comunicante, miró através pero fue en vano, del otro lado estaba oscuro.
No soportaba más aquel ruido. Salió por el corredor que conectaba ambos apartamentos y golpeó la puerta de los vecinos, con tanta fuerza que casi se fracturó la muñeca. No tuvo respuesta. Uno de los antiguos vecinos del edificio que pasaba cerca de allí le previno:
Hace mucho tiempo está desahbitado. Su último dueño fue un albañil que terminó suicidándose después de quitarle la vida a su propio hijo.
Carlos sintió escalofríos, trató de recuperar la calma con tal de no perder los estribos, pero le fue imposible. Irrumpió en la casa es misma noche y fue recibido por el olor a humedad. Como en efecto, el piso se hallaba oscuro, desierto, y todavía más extraño es que no había encontrado indicios de trabajos recientes, excepto aquel pequeño orificio comunicante por el que entraba el único rayo de luz visible. Se dio la vuelta para salir cuando empezó a escuchar nuevamente el ruido solo que al otro lado de la pared, o sea, en su propia casa. Entonces pegó el ojo al orificio pequeño, con tal de comprender el misterio, desconociendo que al mismo tiempo, en ese mismo lugar, alguien metía el taladro por última vez.