Victoria no podía parar de gritar mientras ese monstruo la arrastraba a través de aquellos
interminables pasillos. Estaba exhausta, el miedo y cansancio no le dejaban pensar y él no
paraba, seguía y seguía andando constante, seguro, y era grande y robusto, recordaba a las
descripciones de ogros en cuentos infantiles, pero aquello no era un cuento infantil, era real,
intentó creer que era una pesadilla, una horrible pesadilla que se desvanecería al despertar
pero ya estaba despierta y nadie parecía poder pararlo, únicamente le quedaba intentar
escapar ¿era posible todo aquello? Nunca imaginó que un reencuentro de la infancia pudiese
terminar así.
…
Era temprano y aunque el sol entraba por la ventana el frío invierno de diciembre esperaba
fuera. Victoria se despertaba con ganas, hoy era el día del reencuentro, hoy vería a Juan y
Martín, los tres eran inseparables amigos de infancia y aunque la vida los fue distanciando
físicamente nunca perdieron el contacto, mails, sms y llamadas cada una o dos semanas
lograron la ilusión de nunca haberse separado y hoy volverían a verse. Quedaron donde
siempre, en su lugar favorito, el restaurante Lamucca y de allí a la ruta nocturna teatralizada
de misterios de Madrid, les encantaban las historias de terror, no sabían que estaban a punto
de vivir una.
…
Mientras la arrastraban, Victoria sólo podía pensar en Juan y Martín, rezaba porque hubiesen
logrado escapar pero había visto la bufanda roja de Juan atada al cinturón de ese ser y las
esperanzas se le agotaban.
…
Martín se despertó con una gran jaqueca, sangraba, se tocó el abdomen, se presionó, a penas
le dolía, el shock era un estado del que no le gustaría salir, se puso de pie, estaba en una
especie trastienda, encerrado y no sentía nada, ni frío, ni dolor, nada sólo confusión y deseo de
huir.
…
Juan estaba despierto aunque deseaba no estarlo, atado sobre una mesa el dolor le recorría
todo su ser, las laceraciones le cubrían el cuerpo pero no podía desmayarse, necesitaba ser
fuerte y sobretodo sobrevivir.
…
La cena estaba estupenda y no paraban de hablar, en realidad nada nuevo, se mantenían al día
pero disfrutar del cara a cara …
…
En la calle hacía frío, eran sólo ellos tres y una encantadora chica que no paraba de hacerle
ojitos a Martín. La ruta teatralizada comenzó muy bien, callejones, sustos e incluso visita
guiada a Casa de América, después celebración con copas en el mismo restaurante donde
empezaron la velada, sólo abierto para ellos, de repente, la lengua se volvía pastosa, - ¿Dónde
está la chica?-.
…
Victoria miró a Juan, no estaba sólo, aquella chica estaba junto a él y sus ojos brillantes se
clavaban en ella mientras hundía el cuchillo en el cuerpo de su amigo.
- Ahora te toca a ti guapa, y ¡tú, ve a por el otro!.