Cuatro paredes fragmentadas por la humedad, y esa maldita puerta sonando
de manera repetida, martilleando mi cabeza con esos atronadores golpes en el
llamador de forja.
Cada año te espero con terribles ganas de que vuelvas a ser tú. ¡Pero no eres
tú! ¡Nunca eres tú!
Un año tras otro, espero que ese llamador traiga tu presencia la noche de
Nochebuena, pero abro y no hay nadie…
Por la ventana veo a las gentes del pueblo bailar, les escucho cantar, y veo sus
luces parpadear desde lo alto de la colina, desde esta inmensa morada que se
despedaza por momentos, deseando que, de alguna manera, se me caigan
encima sus recios muros de piedra y acaben con este tormento.
Tu retrato es lo único que calma la sed de mi alma. Está viejo y roído, como yo,
pero al contemplarlo, me hace recordar tu sonrisa, Alice. Hasta parece que la
escucho haciendo eco en las bóvedas, generándome un escalofrío seco por el
espinazo.
Alice… si al menos pudiera verte una vez más…
¡Otra vez ese maldito llamador! Deja de golpear, ¡maldito seas!
Quizá seas el viejo cuervo que está ahí fuera, encaramado en una de las
ramas de madera muerta. Si es así, ¡házmelo saber!
Entra por la ventana, por donde quieras, pero, ¡entra!
Una voz femenina procedente del sótano, puso en alerta al señor Slots. Abrió la
puerta tirando de la soga gruesa y se dispuso a bajar al oscuro agujero, que
desprendía un hedor insoportable a cieno y humedad.
—Andrew Slots. ¿Por fin has bajado a enterrarme? ¿Después de cuarenta
años, te acuerdas de darme sepultura?
— ¿¡Quién habla!? ¿¡Quién eres tú!?
—Soy Alice, Andrew, tu esposa.
—No, no… ¿quién eres?, ¿quién me habla?
— ¿No te acuerdas ya de mi voz? Quizá esté algo cambiada por el corte que
me diste en el cuello, Andrew…Soy yo, tu esposa, Alice…
El señor Slots subió corriendo las escaleras y cerró la trampilla de golpe.
A continuación, los escalones comenzaron a crujir bajo la trampilla, al ritmo de
unos pasos que subían pausadamente los peldaños.
Atemorizado y sudoroso, el señor Slots, abrió la gigantesca puerta para salir al
funesto y deteriorado jardín exterior, cuando…
— ¡Noooooo! ¡Quitadme de encima este maldito cuervo! ¡Mis ojoooos!
El cuervo arrancó a picotazos los ojos ensangrentados del Sr.Slots.
—Siempre quisiste que te visitara la noche de Nochebuena, esposo mío. He
llamado en infinidad de ocasiones, y esta noche, por fin, ha llegado ese
momento. He de decirte que tengo mucha hambre.
Vengo a llevarte conmigo…