Ese día de otoño me sentía pletórica de volver a casa, había estado fuera dos semanas por
trabajo y ya tenía ganas de volver a la rutina y al calor del hogar. Mi emoción fue en aumento
según me aproximaba al portal. Subí corriendo las escaleras y me dispuse a abrir la puerta,
entré al recibidor y según cerré la puerta de entrada, un oscuro pensamiento sobrevoló mi
cabeza… ¿cómo podía ser? ¿Qué había ocurrido? Sentía que algo no encajaba en la estancia…
Hacía frío, mucho frío…Comencé a sentir una presencia extraña, como si dos ojos se clavaran
en mí...Nada…me relajé por un momento e intenté traer pensamientos positivos a mi cabeza.
Encendí la lamparita del recibidor y miré a mi alrededor, todo estaba tal cual lo dejé, pero
había algo que no terminaba de encajarme…
De repente esa sensación, una angustia comenzó a subir por mi cuerpo, al fondo del pasillo se
intuía una forma prácticamente humana. Era imposible, vivía sola, serían imaginaciones
mías…parpadeé repetidas veces para eliminar esa visión de mi cabeza y de repente un
murmullo a mi espalda.
Los pelos de la nuca comenzaron a erizarse y aunque paralizada como me encontraba, me giré
lentamente hacia la fuente del tenebroso sonido. Me topé con el espejo de la entrada, vi mi
reflejo, pálido, desencajado…Otra vez ese murmullo a mi espalda, esa presencia que se clavaba
en mi ser, noté un escalofrío según el murmullo se acercaba, pero allí no había nada, no quería
girarme, me quedé paralizada mirando al vacío del espejo.
Una oscuridad se abalanzó sobre mi espalda, una presión en el pecho me impedía respirar, mis
pensamientos fluían rápidamente pero no me dejaban huir, me tenían inmovilizada por el
terror, sabía que no había escapatoria…
La oscuridad se cernió sobre mi ser, empujándome al vacío, intenté gritar, no fue
posible…Escuché el cerrojo de la puerta a lo lejos, la estancia desaparecía a mi alrededor…me
rendí… Solo silencio y oscuridad.